lunes, 10 de agosto de 2009

"Gran Torino" (2008)


He tardado en verla, pero hace un par de noches me senté frente al PC y ví la última película de Clint Eastwood, "Gran Torino". Me gustó y explicaré el motivo.

El personaje principal, interpretado por el propio Eastwood, es un tanto típico. Walt Kowalski es un viejo malhumorado y misántropo, que ve cómo su barrio se llena de asiáticos. Acaba de perder a su esposa, y su relación con sus dos hijos y sus familias dista mucho de ser ideal. En resumidas cuentas se trata de una especie de Mr. Scrooge (del Cuento de Navidad de Dickens), que adora su Gran Torino -un coche que compró a principios de los 70- y se sienta a beber cerveza en el porche de su casa, mientras observa cómo el mundo que le rodea nada tiene que ver con el suyo propio. Solitario y racista (combatió en Corea contra los "amarillos" que ahora son sus vecinos), se niega a quie nadie entre en su esfera personal.

La película cuenta el modo en el que, a regañadientes, el señor Kowalski va estableciendo vínculos de afecto con sus vecinos orientales, particularmente con una chica universitaria y su hermano. En este sentido, se trata de una película sobre relaciones humanas, diferencias generacionales y choque cultural. La conclusión a la que llega Eastwood en esta cinta me parece acertada. Más que teorizar sobre el respeto a otras culturas o la necesidad de convivir con todos, la trayectoria del señor Kowalski muestra cómo únicamente cuando tratamos al que es distinto a nosotros y le damos afecto, se superan los prejuicios y los recelos. No es posible amar a todo el mundo en abstracto, pero basta con querer a nuestro vecino.

La película aborda también el tema de la culpa, la conciencia y el perdón. Un sacerdote joven -amigo de la difunta esposa de Kowalski- está empeñado en que éste se confiese. Una y otra vez, el anciano se niega a hacerlo. Eastwood trata sin remilgos el tema de la confesión sacramental, el regateo entre la libertad del individuo y un Dios que perdona en la persona de un joven sacerdote, de rosados mofletes e impecablemente peinado. ¿Qué va a contarle a un viejo veterano aquel "virgen de 27 años"? Kowalsky y el joven párroco hablan de la vida y de la muerte, y gradualmente el primero va abriendo su corazón.

Pero la historia tiene también un contrapunto de dramatismo y violencia. Una pandilla de asiáticos quiere imponer su control en el barrio por medio de la intimidación y la violencia. Kowlaski, como una especie de Harry el Sucio redivivo, se enfrenta a ellos y los vence. En este punto, la historia se me antoja excesivamente idílica: los buenos, con su sacrificio, vencen a los malos. Esto, ya lo sabemos, no pasa siempre.

Al fin y a la postre, una buena película de Eastwood.

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