domingo, 10 de enero de 2010

Nieve en Jaén

Sobre las 14'15 de hoy Domingo ha empezado a nevar en Jaén; han pasado más de tres horas y siguen cayendo copos de nieve. Mis hijos están entusiasmados: la pequeña dice con asombro "¡Navidad!", y los dos medianos ya han salido a la puerta para unirse a los otros niños que están en la calle. Se avecina una batalla campal y algún que otro llanto.

La nieve no es algo habitual en Jaén, por eso siempre es bienvenida. Y sin embargo, hoy me incomoda este derroche de belleza. Por la noche, cuando todos estén durmiendo, saldré al patio trasero de mi casa y tocaré la nieve, helado de nata del Cielo.

Mañana salimos de viaje. Estaremos fuera de casa dos semanas, y no precisamente de vacaciones. Por eso, mientras sigo viendo cómo caen los copos al otro lado de mi ventana, recuerdo las palabras de Joyce al final de su relato "The dead" (Los muertos):

A few light taps upon the pane made him turn to the window. It had begun to snow again. He watched sleepily the flakes, silver and dark, falling obliquely against the lamplight. The time had come for him to set out on his journey westward. Yes, the newspapers were right: snow was general all over Ireland. It was falling on every part of the dark central plain, on the treeless hills, falling softly upon the Bog of Allen and, farther westward, softly falling into the dark mutinous Shannon waves. It was falling, too, upon every part of the lonely churchyard on the hill where Michael Furey lay buried. It lay thickly drifted on the crooked crosses and headstones, on the spears of the little gate, on the barren thorns. His soul swooned slowly as he heard the snow falling faintly through the universe and faintly falling, like the descent of their last end, upon all the living and the dead.

Unos leves toques en el cristal lo hicieron volverse hacia la ventana. De nuevo había empezado a nevar. Soñoliento, vio cómo los copos, de plata y oscuros, caían oblicuos sobre las farolas. Había llegado la hora de iniciar su viaje hacia el Oeste. Sí, los diarios estaban en lo cierto: nevaba en toda Irlanda. Nevaba por toda la oscura planicie central y en las colinas peladas, nevaba suave sobre la Turbera de Allen y, más al Oeste, la nieve caía suavemente sobre las oscuras y sediciosas aguas del Shannon. También nevaba sobre el desolado cementerio de la loma donde Michael Furey estaba enterrado. Reposaba pesada, esparcida sobre las dobladas cruces y sobre las losas, sobre las lanzas de la pequeña verja y sobre las espinas yermas. Su alma caía lenta en la duermevela mientras oía caer la nieve levemente sobre el universo; mientras oíar caer la nieve levemente, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y los muertos.


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Beowulf MS

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Hwaet!