El lunes 13 de abril de 1534 Moro se presentó por primera vez ante los delegados del Rey en el palacio de Lambeth; había sido reqerido para prestar juramento al Acta de Sucesión.
Aquel día por la mañana Moro se confesó, asistió a la Santa Misa, y recibió la Comunión. Por la tarde no permitió a su mujer e hijos que le acompañaran al embarcadero que había junto a su casa de Chelsea y, con gran pesar y aflicción, se despidió de ellos junto a la verja de la entrada. Jamás regresaría a su hogar. William Roper, marido de su hija Margaret, le acompaña en este su último viaje por el Támesis. Muchas veces después de aquel día, William relataría a su esposa la conversación que mantuvo con su suegro, incluyendo unas palabras que han quedado para la posteridad: “Roper, hijo, gracias le doy a Dios de que el día es nuestro (the field is won)”. Con esta expresión, Sir Thomas le estaba diciendo a su yerno que había ganado aquella batalla contra su miedo: no acataría el Acta de Sucesión.
Este documento declaraba en su preámbulo que el matrimonio del Rey con Catalina de Aragón había sido nulo, mientras que el segundo con Ana Bolena era válido: se afirmaba que no había autoridad terrena que pudiera sancionar los llamados “matrimonios prohibidos” (como supuestamente había sido el de Enrique y Catalina) y, por tanto, destruía la autoridad y jurisdicción del Papa. El cuerpo central del Acta legitimaba a los hijos del Rey y Ana Bolena como herederos al trono de Inglaterra y consideraba alta traición atacar el matrimonio de Enrique o cuestionar el derecho de sus hijos al trono. El broche del acta vino después cuando –como Moro había anticipado– se obligó a todo súbdito a tomar un juramento por el cual se observarían sus contenidos. Moro no hubiera tenido problema en aceptar a los hijos de Enrique y Ana como herederos al trono (era competencia del Parlamento legislar sobre la sucesión), pero no pudo jurar un documento en el que se cuestionaba, además, la autoridad del Papa.
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