En el ABC de hoy venía una interesante película; eso lo sabía. Pero viene también -y no me lo esperaba- un breve artículo de Juan Manuel de Prada, titulado "Mientras la muerte deslizaba palabras ofidias", que me ha gustado. El escritor cuenta un episodio en la vida de María y Roque. Ella está embarazada de un bebé al que la amiocentesis puso hace unas semanas la etiqueta de "Síndrome de Down". Entonces aconsejaron a la madre abortar, ahorrar una existencia penosa a su hijo o hija y evitarse ellos mismos una paternidad sacrificada y poco feliz. Los padres han sido valientes y decidieron regalar la vida que a ellos antes les habían regalado. Ahora, tras haber hecho su elección, la medicina da un salto mortal y anuncia a los padres que su bebé vendrá al mundo sin el citado síndrome. Hace unos meses, un buen amigo me confiaba que a su hijo en gestación también le habían colgado la misma etiqueta -auténtica "Estrella de David" del mundo civilizado-, para "descosérsela" después; mi amigo y su esposa también lo tuvieron claro. La amiocentesis no es infalible, ni mucho menos. Algunos niños "etiquetados" podrán contar su historia, el error de una prueba; otros, no.
Pero quiero mirar ahora a esos otros bebés en los que el diagnóstico fue certero, y cuyos padres (como María y Roque, mi amigo y su esposa) quisieron abrazar, también con sus ojitos rasgados.
"¡Esto es Esparta!", dice Leónidas (con capa y calzoncillos) al mensajero Persa, antes de arrojarle de una patada al pozo sin fondo. Sí, ya sabemos que los espartanos (como los nazis) sólo querían hombres y mujeres "en perfectas condiciones". "¡¡Esto es España!!", parecen decir algunos "profesionales de la salud" (con bata blanca y fonendoscopio) a los padres, antes de arrojarles al pozo oscuro de la duda. Hay quienes tristemente optan por el aborto, quisiera pensar que los menos. Lo cierto es que un compañero me comentaba el otro día que cada vez había menos nacimientos de bebés con el Síndrome de Down. Por eso, me llamó la atención un anuncio televisivo de una entidad bancaria en el que varios jóvenes (y "jóvenas") de ojos rasgados, del tipo mongoloide (que decía la antropología clásica de algunos asiáticos), reptían el eslogan obámico "¡Sí, Podemos!".
Por eso, pensé entonces en aquella promesa de ZP a otra chica muy especial, Izaskun Buelta, en un programa televisivo.
Y yo me pregunto: ¿Esto es España?
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