Se llama
Philippe Ariño, es francés, profesor, de ascendencia española;
también es homosexual y católico. He dejado su orientación sexual para el final, del modo
que si me presento a mí mismo, diré: me llamo Eugenio Olivares, soy español y profesor. Puedo añadir que soy católico y, dado el caso, heterosexual. Pero estos datos son poco relevantes. Sin embargo, en el caso del señor Ariño, he referido su homosexualidad y sus creencias porque en
el debate actual sobre el llamado “matrimonio” gay en Francia, sus palabras han
levantado cierto revuelo –a pesar de la sordina que muchos medios de
comunicación aplican a ciertas opiniones discordantes–.
Resulta que Philippe, que es autor de varios libros y se ha recorrido el pasado año su país dando
charlas e interviniendo en los medios, opina que si Hollande "quiere demostrar
que es un gran presidente, capaz incluso de contradecirse, que escucha a su
pueblo y no a los medios, si quiere que los franceses le consideren por fin
como su presidente […] no debe perder la oportunidad única que se le brinda de
retirar el proyecto de 'matrimonio para todos'".
Y va más allá: "Todo está muy claro: no estoy convencido que la pareja homosexual sea lo mejor que le puede ocurrir a uno que se siente homosexual de forma duradera. A día de hoy, no me he topado con uniones homosexuales que de verdad sean sólidas, resplandecientes y satisfactorias a largo plazo. Por eso he elegido vivir la continencia, es decir, entregar mi homosexualidad a Jesucristo y a su Iglesia".
Pero, ¿qué está diciendo este hombre? ¿eso cómo se come?: "he abandonado definitivamente el ligoteo, la masturbación y la pornografía, porque me dí cuenta de que estaba prisionero y triste cuando me obligaba a mí mismo a soñar y a experimentar el amor homosexual.[...]He entendido que, en amor, es difícil servir a dos amos: el Dios Jesús encarnado en la Iglesia y en la diferencia entre los sexos y, por otra parte, el amor que disuelve la diferencia entere los sexos, es decir, el amor homosexual".
Philippe habla de conciencia, de dirección espiritual y de que "el camino católico es liberador: para la Iglesia católica, una persona homosexual, aunque sienta una atracción física seria y real hacia otra persona del mismo sexo, siempre será libre de no dejarse reducir a la homosexualidad y de no plasmarla en forma de pareja".
A muchos les resultará disonante que este hombre hable del amor homosexual, de una orientación que "aunque pueda ser profunda, no es fundamental: el hombre es algo más que sus fantasmas genitales o sus sentimientos del momento. Está llamado a algo más grande, más duradero, más objetivo y más libre". Su opción vital, como la de un heterosexual que opte por el celibato, es un ejercicio supremo, real, de la libertad: "Y como estoy convencido que el Espíritu Santo, muy especialmente mediante el don del bautismo, está presente en el corazón de cada ser humano, pienso que también se expresa a través del sentido común, de nuestra libertad y de nuestra conciencia. Sí: mi observación de lo real, a la luz de la Iglesia, me ha ayudado a optar por la castidad".
Pero, ¿qué está diciendo este hombre? ¿eso cómo se come?: "he abandonado definitivamente el ligoteo, la masturbación y la pornografía, porque me dí cuenta de que estaba prisionero y triste cuando me obligaba a mí mismo a soñar y a experimentar el amor homosexual.[...]He entendido que, en amor, es difícil servir a dos amos: el Dios Jesús encarnado en la Iglesia y en la diferencia entre los sexos y, por otra parte, el amor que disuelve la diferencia entere los sexos, es decir, el amor homosexual".
Philippe habla de conciencia, de dirección espiritual y de que "el camino católico es liberador: para la Iglesia católica, una persona homosexual, aunque sienta una atracción física seria y real hacia otra persona del mismo sexo, siempre será libre de no dejarse reducir a la homosexualidad y de no plasmarla en forma de pareja".
A muchos les resultará disonante que este hombre hable del amor homosexual, de una orientación que "aunque pueda ser profunda, no es fundamental: el hombre es algo más que sus fantasmas genitales o sus sentimientos del momento. Está llamado a algo más grande, más duradero, más objetivo y más libre". Su opción vital, como la de un heterosexual que opte por el celibato, es un ejercicio supremo, real, de la libertad: "Y como estoy convencido que el Espíritu Santo, muy especialmente mediante el don del bautismo, está presente en el corazón de cada ser humano, pienso que también se expresa a través del sentido común, de nuestra libertad y de nuestra conciencia. Sí: mi observación de lo real, a la luz de la Iglesia, me ha ayudado a optar por la castidad".
Eugenio, gracias por este artículo. Me parece acertado.
ResponderEliminarEs interesante lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre la homosexualidad en los números 2357 a 2359:
Castidad y homosexualidad
2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.
2358 Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición.
2359 Las personas homosexuales están llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana.
¡Wow, Fernando, te has venido arriba! Gracias.
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