lunes, 26 de septiembre de 2011

Los otros herejes

Comenzó el siglo XX con la muerte de Nietzsche, aunque sus palabras declarando oficialmente la muerte de Dios resonaron durante toda la centuria. En un mundo huérfano surgen ideologías cuasi religiosas que pretenden ofrecer sistemas omnicomprensivos: el Comunismo, el Fascismo, el Nacional-Socialismo y el Psicoanálisis  Freudiano. La adhesión que estos sistemas plantean es casi religiosa, en torno a una figura central mesiánica. Así, Lenin, primero, y Stalin después; Mussolini; y Hitler eliminarán cualquier disensión entre sus propios seguidores, auténticos herejes de estas nuevas creencias, que demandaban la fe incondicional de los correligionarios.
Pero este fenómeno no sólo se da en los citados regímenes políticos. En el caso del psicoanálisis, todos aquellos que se desviaron de la ortodoxia freudiana fueron condenados a abandonar la Sociedad Psicoanalítica Internacional (SPI), fundada en 1910 por Freud, a propósito de una idea de su discípulo Sándor Ferenczi; Otto Rank fue el primer secretario de la SPI. Alfred Adlerfue el primero en separarse del grupo (1911), pero después siguieron Wilhelm Stekel en 1912, y (casi violentamente) Carl G. Jung in 1913. Luego desertaron Ferenczi (de forma discreta), Otto Rank, y Wilhelm Reich en la década de los 20. Tras la muerte de Freud, otros fueron invitados a marcharse: Viktor Frankl y Jacques Lacan. Como ha dicho Martin Evan Jay: "Incluso tras la muerten de Freud, la insistencia de sus seguidores en ocultar materiales potencialmente embarazosos entre sus documentos ha reforzado la impresión de que el movimiento psicoanalítico se asemejaba más a una iglesia sectaria que a una comunidad científica (al menos como se concibe a ésta última idealmente)".

martes, 6 de septiembre de 2011

Eutanasia y Maquiavelo

Indudablemente, detrás de la defensa de la eutanasia hay también una manifiesta motivación económica, dado que ésta supone un ahorro considerable. Sin embargo, dudo que este dato -incluso en épocas de crisis- ayude a presentar esta práctica como un bien para la sociedad: hay en todos nosotros una respuesta instintiva que tiende a poner a las personas antes que el dinero. Hay otra razón más poderosa y más convincente: el trasplante de órganos. ¿Acaso no sería razonable poner fin a una existencia dolorosa, cuando los órganos pueden reutilizarse para dar la vida a otra persona? Esto ya está pasando.
Hace nueve años la eutanasia fue legalizada en Bélgica. En este país  los órganos de personas víctimas de la eutanasia son usados para el trasplante. Parece ser que los pulmones, por ejemplo, de un eutanasiado están en mejores condiciones que los de otros donantes: "Por contra -se lee en un artículo publicado a principios de año por unos doctores de Lovaina- los donantes por eutanasia no sufren una fase agónica antes de la parada circulatoria, como es el caso en donantes muertos por hipoxemia o por shock cardiogénico o hipovolémico". En suma, son mejores los órganos del eutanasiado. El citado artículo pone el vello de punta: se llega a describir cómo hay doctores que, en aras de salvar otra vida, son presionados para practicar la eutanasia a enfermos.
Esta presión puede ser también ejercida sobre los propios pacientes. El miedo a ser una carga, a no recibir los cuidados paliativos necesarios o incluso el sentimiento de culpa por retener "egoístamente" unos órganos que podrían dar la vida a otro ser humano, pueden hacer que estos pacientes opten por elegir "libremente" la muerte.
Creo que no es necesario aclarar que no estoy en contra de los trasplantes, siempre que cumplan todos los requisitos éticos. Pero una cosa ha de quedar clara, ¿acaso no es un pilar del mundo civilizado que el fin (por loable que sea) nunca justifica los medios? 

Beowulf MS

Beowulf MS
Hwaet!