miércoles, 30 de junio de 2010

Los 6.000

Me congratularé.
Estoy próximo a las 6.000 visitas. Cuento con 23 seguidores (un día les dedicaré una entrada a ellas y a ellos).
Me gusta el 6, porque me gusta el 3.
Creo que he mantenido la filosofía que me llevó a inaugurar este blog: hablar de lo que me gusta y me disgusta, sin faltar el respeto a nadie: todas las personas lo merecen (espero que mi ironía no haya sido ofensiva; creo que no). Sin embargo, todas las ideas no.
Una última cosa: sigo sin configurar la "censura" previa a vuestros comentarios y aún no he suprimido ninguno.
Time Trieth Truth.

Rostros con historia (16)

Bueno, ésta desde la capital de España (o lo que queda de ella).
La película no es gran cosa. El actor, opino, ha hecho un par de buenos papeles en su trayectoria. El maquillaje me gustó.
¡Hagan juego, señores! (y señoras)

domingo, 27 de junio de 2010

Leónidas se equivocaba

En el ABC de hoy venía una interesante película; eso lo sabía. Pero viene también -y no me lo esperaba- un breve artículo de Juan Manuel de Prada, titulado "Mientras la muerte deslizaba palabras ofidias", que me ha gustado. El escritor cuenta un episodio en la vida de María y Roque. Ella está embarazada de un bebé al que la amiocentesis puso hace unas semanas la etiqueta de "Síndrome de Down". Entonces aconsejaron a la madre abortar, ahorrar una existencia penosa a su hijo o hija y evitarse ellos mismos una paternidad sacrificada y poco feliz. Los padres han sido valientes y decidieron regalar la vida que a ellos antes les habían regalado. Ahora, tras haber hecho su elección, la medicina da un salto mortal y anuncia a los padres que su bebé vendrá al mundo sin el citado síndrome. Hace unos meses, un buen amigo me confiaba que a su hijo en gestación también le habían colgado la misma etiqueta -auténtica "Estrella de David" del mundo civilizado-, para "descosérsela" después; mi amigo y su esposa también lo tuvieron claro. La amiocentesis no es infalible, ni mucho menos. Algunos niños "etiquetados" podrán contar su historia, el error de una prueba; otros, no.
Pero quiero mirar ahora a esos otros bebés en los que el diagnóstico fue certero, y cuyos padres (como María y Roque, mi amigo y su esposa) quisieron abrazar, también con sus ojitos rasgados.
"¡Esto es Esparta!", dice Leónidas (con capa y calzoncillos) al mensajero Persa, antes de arrojarle de una patada al pozo sin fondo. Sí, ya sabemos que los espartanos (como los nazis) sólo querían hombres y mujeres "en perfectas condiciones". "¡¡Esto es España!!", parecen decir algunos "profesionales de la salud" (con bata blanca y fonendoscopio) a los padres, antes de arrojarles al pozo oscuro de la duda. Hay quienes tristemente optan por el aborto, quisiera pensar que los menos. Lo cierto es que un compañero me comentaba el otro día que cada vez había menos nacimientos de bebés con el Síndrome de Down. Por eso, me llamó la atención un anuncio televisivo de una entidad bancaria en el que varios jóvenes (y "jóvenas") de ojos rasgados, del tipo mongoloide (que decía la antropología clásica de algunos asiáticos), reptían el eslogan obámico "¡Sí, Podemos!".





Por eso, pensé entonces en aquella promesa de ZP a otra chica muy especial, Izaskun Buelta, en un programa televisivo.
Y yo me pregunto: ¿Esto es España?

sábado, 26 de junio de 2010

El diablo de Drakelow (3)

(viene de http://eugenioolivares.blogspot.com/2010/06/el-diablo-de-drakelow-2.html)

Eran muchas las leyendas que circulaban por la Inglaterra del siglo XII en las que el mismísimo demonio hacía que cadáveres ya enterrados volvieran de la tumba. Los habitantes de Drakelow eran supersticiosos y conocían la única forma de parar aquella locura: había que desenterrar los cuerpos y destruirlos. Para esto, había antes que obtener el permiso del ordinario del lugar. Stapenhill pertenecía a la diócesis de Coventry y Lichfield, cuyo Obispo en el momento de los hechos era el normando Robert de Limesey (antiguo capellán del mismísimo William I, el Conquistador), que permitió la exhumación de los dos cuerpos.
No especifica Geoffrey of Burton el número de quienes constituían aquella partida; tampoco su condición social o sus nombres. Se encaminaron hacia el cementerio de la iglesia de San Peter, en Stapenhill. Tras cavar por un tiempo, las palas arañaron la madera de las cajas, y al abrirlas, pudieron comprobar lo que quizás ya sospechaban de antemano: ninguno de los cadáveres mostraba signos de descomposición. Otro detalle, sin embargo, les hizo mirar instintivamente al cielo y calcular el tiempo que restaba hasta la puesta del sol. Los sudarios que cubrían las cabezas estaban manchados de sangre. Alguno debió pensar en los sanguisugae (vampiros), de los que se hablaba más al norte.

No había tiempo que perder y comenzó el macabro ritual. Ambos cadáveres fueron decapitados -usando, así lo creo, la herramienta apropiada, la "pala de sacristán" (sexton's spade)-. De nada serviría esto, si no se colocaban la cabezas en algún lugar alejado del cuello; alguien indicó que debían ponerse entre las piernas y así se hizo. Antes de volver a clavar las tapaderas en los ataúdes y para asegurarse de que los cadáveres no volvieran a aterrorizar al pueblo, se les extrajo el corazón. Anochecía cuando las cajas, convenientemente claveteadas, fueron nuevamente cubiertas de tierra. "Aún falta algo" -dijo uno de los lugareños-. "Hay que quemar los corazones, pero no en campo santo". Se encaminaron, entonces, a un lugar que el autor llama Dodecrossefora, cuya exacta localización nadie sabe; en todo caso, no debía estar muy lejos. Allí, a toda prisa, prepararon un pira, donde pusieron los dos corazones; después, le prendieron fuego.
Las llamas empezaron a consumir pronto los ramajes y a chamuscar los corazones. En la fría noche, alguno se acercó al fuego para calentarse. Entonces sucedió algo que a todos hizo retroceder horrorizados: de entre las lenguas de fuego que se elevaban y el humo negro, surgió una forma alada y negra, como un cuervo, que se alejó volando, dando unos graznidos espeluznantes.



Era ya noche cerrada cuando los hombres volvieron a Drakelow, pero ningún cadáver les salió al encuentro; no hubo tampoco golpes en las puertas de las casa, pues los revinientes no volvieron a merodear por el pueblo, ni sus alrededores. Y aunque no hubo que lamentar más muertes, los pocos habitantes que aún seguían vivos en Drakelow, cogieron todo lo que sus carros podían transportar y abandonaron el pueblo; también lo hizo el conde Roger con su familia. Todos se refugiaron en la villa de Gresley, donde se quedaron a vivir (no sin la oposición de algunos de sus nuevos vecinos). Y cuenta el Abad Geoffrey que Drakelow quedó desierta. Los supervivientes dieron gracias a Dios y a Santa Modwenna por haber escapado con vida, pero ninguno de ellos osó volver a su pueblo, temiendo una nueva venganza del cielo.
FINIS

Rostros con historia (15)

Catherine Heathcliff vuelve a acertar, cuando dice:

"A ver,
Actor: Gary Oldman.
Película: Hannibal, dirigida en 2001 por Ridley Scott.
Personaje: Mason Verger."

viernes, 25 de junio de 2010

El diablo de Drakelow (2)

Por el camino que baja desde Stapenhill a Drakelow, los vecinos vieron venir los dos cadáveres que acababan de inhumar, cubiertos con sus mortajas, y ambos cargando con su ataud a las espaldas. No podían creer lo que estaban viendo: parecía como si los dos muertos ambulantes repitieran la huída que había provocado el conflicto. Aterrados, los lugareños corrieron a refugiarse en sus casas. Cuando el sol se ocultó, los cadáveres vagaron por los campos que rodeaban Drakelow, transformándose en oso, perro y otros animales que el autor del relato no detalló. Así sucedió durante varias jornadas consecutivas, de modo que nadie salía de sus casas tras el crepúsculo.
Pero no quedó ahí la cosa, pues los dos revinientes entraron en Drakelow. Noche tras noche, golpeaban con sus cajas de madera las puertas y muros de las viviendas. El ruido era insoportable, cesando sólo cuando, con voces estridentes, los dos cadáveres llamaban a los aterrados moradores, invitándoles a unirse a ellos en su siniestro deambular: "¡Moveos, venga, moveos! ¡Poneos en marcha y venid!". Nadie osaba salir de sus viviendas, ni enfrentarse a aquellos visitantes de ultratumba.



Y cuenta Geoffrey de Burton que, tras algunas noches de pesasdilla, una mortífera plaga se propagó por la villa de Drakelow. Uno tras otro, los lugareños iban muriendo, siendo muy pocos los que escaparon al contagio -entre ellos un normando llamado Drogo, a cuyo cargo había puesta el conde la villa-.
Roger de Poitevin al final entendió cuán gravemente había errado, cobijando a los dos siervos y enfrentándose a la abadía de Burton-Upon-Trent. Arrepentido y pesaroso, marchó a implorar el perdón de Geoffrey Malaterra y a instarle que intercediera por él ante Santa Modwenna, que tan duro castigo estaba infringiéndole a sus súbditos. A tal fin, encomendó a Drogo restituir a la abadía el doble de lo destruído. El abad perdonó al conde y Drogo hizo como le había pedido su señor, tras lo cual huyó de Drakelow a fin de evitar el contagio.
Sin embargo, los dos cadáveres ambulantes no dejaron de atormentar a los pocos habitantes que iban quedando en el pueblo. Haciendo acopio de valor, quienes aún no habían muerto o enfermado decidieron poner fin a aquella pesadilla.

jueves, 24 de junio de 2010

El diablo de Drakelow (1)

Hace algún tiempo descubrí una historia en la que llevo trabajando un año y sobre la cual pronto publicaré un artículo. En la Vida y Milagros de Santa Modwenna (s. XII), escrita por Geoffrey, abad del Monasterio benedictino de Burton-Upon-Trent (Staffordshire, Inglaterra) aparece el relato que resumo seguidamente.
Dos siervos del pueblecito llamado Stapenhill, que trabajaban en el monasterio citado, decidieron dejar de trabajar para Geoffrey Malaterra (no el autor del libro), por entonces abad de Burton (lo fue desde 1085 a 1094), y acogerse al conde normando Roger de Poitevin (¿1058?-¿1140?). Sus tierras estaban al otro lado del río Trent, de modo que marcharon a la villa de Drakelow, bajo la jurisdicción del anterior y al sur de Stapenhill. Tras comunicarle a Roger su intención, lo maldispusieron con el abad, de modo que el conde -dice la historia- sintió ganas de asesinarlo a la primera ocasión que se le presentase. Tanto Poitevin, como el abad Geoffrey Malaterra eran normandos, por lo que no cabe pensar en un conflicto étnico entre ellos. Los siervos eran, sin duda, anglo-sajones.
Por su parte, el abad Geoffrey, intentó atraerse de nuevo a los siervos mediante la coacción. No sólo no lo consiguió, sino que enfureció más a Roger, quien mandó una partida de caballeros y gente del pueblo a asaltar los graneros que los monjes tenían en Stapenhill. Tras esto, los jinetes cruzaron el río Trent e incendiaron unos campos al sur del monasterio, en un lugar llamado Blackpool. Geoffrey, enterado de la expedición militar de Roger, había ordenado a sus parientes, que eran caballeros, no presentar batalla a las huestes del normando; por el contrario, se dirigió con sus monjes a la capilla del monasterio, donde imploraron a Santa Modwenna (cuyos restos mortales custodiaban) que intercediera a su favor ante el Altísimo.
En todo caso, los parientes de Geoffrey, haciendo caso omiso de la prohibición del abad, presentaron batalla al Conde de Poitevin: pese a ser menos en número, pusieron a estos ultimos a la fuga, infringiéndoles una derrota. En su crónica de los hechos, Geoffrey de Burton atribuyó la victoria a los caballeros del Abad Malaterra, pero sobre todo a la intervención de Santa Modwenna.
Al día siguiente, los dos siervos huídos y refugiados en Drakelow fallecieron de muerte repentina. Los lugareños llevaron los cadáveres al cementerio de Stapenhill, anexo a la iglesia de San Pedro y situado junto al río Trent. Al terminar el sepelio, volvían los de Drakelow a sus casas. Era aún de día, cuando por el camino, vieron algo que les heló la sangre.
(Continúa en: http://eugenioolivares.blogspot.com/2010/06/el-diablo-de-drakelow-2.html)

Rostros con historia (15)

Auténticamente repulsivo, ¿verdad? Debajo del excellente maquillaje hay un buen actor -que, por cierto, repite en esta serie-; también la película ha aparecido ya en este blog.
Película, personaje y actor, por favor.

martes, 22 de junio de 2010

Amigos (1)

"Un hombre nacido para la amistad". Así definió Erasmo de Rotterdam a su amigo, Thomas More, cuya festividad celebra hoy la Iglesia Católica junto con la de John Fisher (Obispo de Rochester). Ambos fueron ejecutados en 1535 por oponerse a las directrices del monarca Enrique VIII (paradójicamente, un gran amigo de More) sobre su matrimonio con Catalina de Aragón. Ya he escrito abundantemente sobre esto, así que no incidiré hoy en esto.
La fiesta de Thomas More me lleva a pensar hoy en mis amigos, aquellas personas con las que uno tiene tantas afinidades (o no), gustos compartidos (u opuestos) o, simplemente, una larga sucesión de vivencias compartidas.Decía Borges que había que tener mucho cuidado al elegir a los enemigos, pues siempre uno acaba pareciéndose a ellos. A mis amigos los elegí yo, o ellos a mí; o Dios sabrá. Tengo amigos en mi ámbito de trabajo, por supuesto, pero hoy (y en sucesivas entradas) quiero referirme a mis otras amistades, aquéllas a las que quizás no veo todos los días, o rara vez veo una vez al mes -o incluso una vez cada tres o cuatro años-. No daré sus verdaderos nombres, sino seudónimos.
Angus vive y trabaja en Murcia; hace 21 años que nos conocemos. Coincidimos en una excursión por la Sierra de Cazorla, y después pasamos dos años juntos en el mismo Colegio Mayor. Era un personaje rompedor, que a mí me dejaba siempre fuera de juego con sus desvaríos: subir a la Facultad de Filosofía y Letras en una destartalada vespa, haciendo sonar el claxon hasta hacerlo reventar; estrellar un disco de vinilo contra un muro, mientras yo corría tras él para intentar evitarlo; o subirse a una valla publicitaria, para arrancar un cartel de película por el que mostré interés.
Angus tuvo un accidente de motocicleta que a punto estuvo de costarle la vida; no, no fue culpa suya. Algunos días después, casi por casualidad, me enteré. Cogí el coche y fui a verlo: estaba tendido en una cama, rígido, con un collarín. Giró los ojos hacia la puerta y comenzó a sollozar. Hoy en día, gracias a un milagro del cielo, Angus lleva una vida cuasi-normal; y lo digo porque la "normalidad" nunca fue con él. Está casado con una mujer estupenda y es coordinador de un programa de ocio y tiempo libre para la juventud en el Ayuntamiento de Murcia. Su esposa y él son padrinos de una de mis hijas. Siempre que vienen a vernos, traen regalos para todos mis niños -y también para mí-.
Eso sí, no tiene ni idea de literatura medieval inglesa. Siempre que le digo sobre qué estoy escribiendo, me espeta "¿A quién le interesa eso, chacho?".

lunes, 21 de junio de 2010

Rostros con historia (14)

Y ya que va la cosa de simios, ¿quién es éste -tan anciano ya-, dónde aparece y qué actor lo interpreta?

Rostros con historia (13)

Hay ganadora en la última prueba: Lui Prince. Os cito su detallada respuesta:

La pelicula es Batman Returns(1992), dirigida por Tim Burton (en su época pre-feliz y por lo tanto oscurilla).
El actor es Danny de Vito (que fue uno de los actores mini-fetiche de Burton, ¿lo has visto en Mars Attacks?). El personaje, el inigualable pingüino... el mejor malo de las pelis de Batman dirigidas por Tim...
¿Me dejo algún dato en la guantera?

No. Lui, sabía que la acertarías.

domingo, 20 de junio de 2010

"El planeta de los simios" (1)

Tengo esta entrada pendiente desde que inauguré el blog y le puse los primeros chismes (i.e. gadgets). Este tema es parte de mi imaginario cinematográfico, desde que escuché a Taylor (Charlton Heston) decir aquello de "¡Malditos maniáticos, la habéis destruido! ¡Yo os maldigo a todos! ¡Maldigo las guerras! ¡Os maldigo!". La primera entrega de la saga, "El planeta de los simios" (Planet of the Apes) se estrenó en 1968, un año dfícil para el mundo. El alegato pacifista que cerraba la película era particularmente apropiado, pues aquel mismo año se produjo la ofensiva Tet del ejército Norvietnamita, al tiempo que en USA muchos veteranos del ejército norteamericano se sumaban a los grupos que se oponían a la intervención de los EEUU en la guerra de Vietnam. Creo que debí ver la película con 8 o 9 años. El conflicto en Asía daba sus últimos coletazos, pero yo no entendí aquellas palabras. Como la compañera de Taylor, Nova, yo le miré con cara de no entender nada.
La historia está basada en un novela del mismo título (La planète des singes, 1963), de Pierre Boulle (1912-1994), y cuenta la llegada de una nave espacial tripulada por humanos a un extraño planeta, habitado por simios muy avanzados que ejercen un despótico dominio sobra los hombres que, por su primitivismo, son usados como esclavos, cuando no simplemente aniquilados. Cuando Taylor y sus compañeros llegan a aquel lugar, irremediablemente se produce un choque con los simios dominantes, que no están dispuestos a aceptar que haya humanos tan (o más) avanzados que ellos.
La lectura más obvia del film puede hacerse en clave satírica, al estilo de la Utopía de Moro o Los Viajes de Gulliver de Swift: la sociedad de los simios, con sus aciertos y sus carencias, es una especie de inversión de la sociedad occidental, vista por los ojos de un personaje cínico y desengañado de la vida, como resulta ser Taylor. Nada de esto pensaba yo, lógicamente, cuando vi la cinta halla por 1975 o 1974. Más bien quedé seducido por la historia y, sobre todo, por la estética de la civilización simia.
Pese a tener armas de fuego, la tecnología de los simios (chimpancés, orangutanes y gorilas) no daba mucho de sí (el libro es otra historia): vivían en casas muy rudimentarias, usaban cuerdas de esparto, palos de madera, carros de ruedas, y el caballo era su principal método de transporte. De todo, era el atuendo de los gorilas (los soldados) lo que más me inpresionó: botas altas, pantalones de tela, guantes y casaca de cuero.

La caracterización de estos gorilas era impresionante. Se dice que el equipo de maquilladores cuidó mucho las caretas (de látex), para que no hubiera parecido con las de los primates que aparecen en las escenas iniciales de "2001: una odisea del espacio" (Stanley Kubrick), también estrenada en 1968.Dos cosas, además, contribuyeron a mi locura simiesca: la serie de televisión ("El planerta de los simios", 1974), que pudo verse en España en la segunda mitad de los 70, y la edición de figuras de acción con los principales personajes, fabricadas por la casa americana Mego.

Desde entonces, yo también digo Go ape!


Rostros con historia (13)

Vuelvo a la carga con el concurso. Aprovecho para recordar a los ganadores que pueden pasar a verme para retirar sus premios.
A ésta le doy un 6 de nivel de dificultad -aunque estoy pensando en alguien que la va a acertar del tirón-. Para el resto de mortales, puede servir intentar averiguar el director de la película en la que aparece el personaje. Lo digo porque la caracterización lleva su sello característico.
En fin, ya sabéis: personaje, actor y película.

viernes, 18 de junio de 2010

Sweet Sixteen

Hoy he recibido en mi casa a 15 púberes varones, o sea, adolescentes, o sea, un empacho de testosterona y acné. Se han bañado (griterío y voces altisonantes), han comido (18 pizzas), y han estado charlando (bueno, ya me entendéis). Después, se ha hecho el silencio.
Mi hijo mayor cumplirá pronto 16 años y nos hemos visto obligados a desarrollar una capacidad de negociación sin límites: hora de volver a casa; películas que se pueden o no ver; libros que conviene o no leer; "quiero ir a una fiesta", "has estado fumando ¿verdad?"; etc. Y es que con la que está cayendo, no es el momento de renunciar a la educación del adolescente, aunque cueste sangre, sudor y lágrimas. Es más cómodo (aunque costoso) optar por el "no" como respuesta al casi 101% de sus peticiones; claro, uno mismo se acuerda de lo que pensaba y hacía a esa edad. No aconsejo esta opción: la casa se coinvierte en un internado. Desde luego, tampoco aconsejo el "toma 20 euros y to er mundo e güeno"; eso es fácil, pero muy arriesgado.
Hay otra vía, como digo, la de la negociación. La imagen del pescador me sirve: tiras de sedal, pero también sueltas, porque si no, se escapa el preciado pez. Mi esposa -yo no tengo tanta cintura- es una maestra de la pesca. Hace unos días pensó en celebrar una fiesta fin de curso en casa, para compensar los "noes" a tantos planes "de desfase", como dicen ellos.
-"¿Estás loca?", le dije yo, con los ojos desorbitados.
- "Hazme caso, cariño", me indicó. Después llamó al joven y le pidió una lista de los amigos a los que quería invitar.
Algunos nombres me irritaban: este bebe; el otro no piensa más que en traseros; este tiene amistades "chungas"... Pero a decir verdad, la cosa ha funcionado. Sobre todo, porque no es común entre los padres de estos desalmados pasar por semejante trance. Además, los púberes, cuando interactúan en manada, suelen sentirse incómodos por la presencia de un adulto (a mí me pasaba). El secreto está en proporcionarles comida y bebida (algo de cerveza sin alcohol y un poco de sangría rebajada), y dejarles solos. Yo, escondido en mi cueva, sólo he salido para recomendar que bajaran los decibelios, pues tenía a los dos infantes de la casa durmiendo la siesta. Nada he dicho cuando oía tacos
Mi hijo ha salido satisfecho de la prueba, su autoestima por las nubes, de ver que sus padres acogen a sus amigos en casa. Unos padres, además, nos han llamado para darnos las gracias. Otros lo harán, de modo que será una buena oportunidad de conocerles.
Así pues, mano izquierda, paciencia, una sonrisa y mucho (mucho) cariño.
Otro día organizaré un maratón de cine de terror, bélico o de mafia, aunque no sé si mi mujer lo apobará: "¿Tú crees que eso es educativo?". Ya estamos.

domingo, 13 de junio de 2010

Zaqueo

Un hombre de baja estatura se sube a un árbol y su vida cambia.
La historia de Zaqueo, el publicano de Jericó, es narrada por San Lucas (19, 1–10). Poco se sabe de este hombre, pues el evangelista es parco en detalles: jefe de publicanos, rico (princeps publicanorum et ipse dives) y pequeño (statura pusillus). Los habitantes de Jericó le despreciaban por recaudar impuestos para los romanos y es de suponer que harían mofa de su tamaño. Un hombre así no tendría otros amigos que los recaudadores y gentes de mal vivir, como también le pasaba a Mateo, el publicano.
Aquel día, Zaqueo se enteró de que Jesús el Nazareno venía a Jericó. Probablemente había oído hablar de él: un hombre del que los fariseos recelaban (como de él), un hombre que se juntaba con publicanos y pecadores, un hombre que hacía milagros. Zaqueo sintió el deseo de verle. El gentío se agolpaba y no le dejaba pasar. Sus esfuerzos por ver al Nazareno, empinándose sobre las puntas de sus pies o dando saltitos, hacían que muchos entre la muchedumbre le miraran de reojo, quizás con una sonrisa de burla. Vio entonces Zaqueo un sicomoro (una especie de higuera), a unos metros del lugar por el que Jesús iba avanzando lentamente entre el gentío. Corrió hacia el árbol y, como un niño, se encaramó a una de sus ramas; ahora sí veía a Jesús.
Cuando el Nazareno pasaba junto al árbol giró su rostro hacia él y, mirándole, le dijo: "Zacchaee, festinans descende, nam hodie in domo tua oportet me manere" ("Zaqueo, bajo pronto, porque hoy debo quedarme en tu casa"; Lc 19, 5). El de Jericó se ruborizó, pues no salía de su asombro: Jesús sabía su nombre y se invitaba a su casa. ¿Acaso no conocía la mala fama que tenían los publicanos? La gente se quedaría atónita ante la familiaridad con que el de Nazareth trataba a aquel pecador. "¿Qué querrá de mí?" -pensaría Zaqueo- "¿Por qué ha dicho que debe quedarse en mi casa?", "¿Me pondrá en ridículo?". Muchas preguntas y ninguna respuesta. Otro se habría quedado en la higuera, cavilando aquella llamada de Jesús; él no. Saltó y, lleno de alegría ("gaudens", Lc 19, 6), se plantó ante quien le llamaba: ¡claro que le recibiría en su casa!. La mirada del Nazareno le llegó hasta el fondo del alma: Zaqueo, ataviado de ricos ropajes, se vio a sí mismo desnudo, sus errores y engaños (también sus buenos deseos e ilusiones) visibles a los ojos de aquel Hombre. La gente murmuraba y Zaqueo no pudo contener el torrente de palabras que venía a sus labios, su necesidad de ser perdonado y querido: "Ecce dimidium bonorum meorum, Domine, do pauperibus et, si quid aliquem defraudavi, reddo quadruplum" ("Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres y si engañé a alguno le daré cuatro veces más", Lc 19, 8). Ahí le apretaba el zapato al publicano: cobrando para los romanos, algo iba para su bolsillo. Y Jesús habló de nuevo, para Zaqueo y para los que aún no entendían lo que pasaba: "Hodie salus domui huic facta est, eo quod et ipse filius sit Abrahae; venit enim Filius hominis quaerere et salvum facere, quod perierat" ("Hoy la salvación ha venido a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham. Pues el Hijo del hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido", Lc 19, 9-10).
Aquel día, Jesús de Nazareth entró en la casa (y en el corazón) de Zaqueo. ¡Cuántas cosas se dirían entre sí!

martes, 8 de junio de 2010

Beowulfo (1965)

En 1965, la editorial Aguilar publica una versión adaptada a niños del poema anglosajón Beowulf. El autor se llamaba José Luis Herrera, y el libro incluía varias ilustraciones de Julio Castro de la Gandara. El título elegido para la historia era Beowulfo. El texto de Herrera era claramente una adaptación de la primera traducción completa del poema al castellano (Beowulf. Madrid: Alianza: 1959), obra del chileno Orestes Vera Pérez.
La historia de Beowulfo simplifica o altera los detalles que podían sorprender a la audiencia infantil; por ejemplo, y a diferencia de lo que sucede en el poema medieval, el héroe se enfrenta al formidable dragón mientras es aún joven, sobreviviendo al combate. Igualmente, Beowulfo es, a todas luces, un héroe cristiano, con lo que se pierde la casi totalidad de referencias paganas.
Pero lo más interesante de esta adaptación es que Herrera (con la ayuda de las ilustraciones) consigue que el héroe sea percibido, gradualmente, como un icono familiar. Me explico. El hecho de castellanizar el nombre, haciendo que termine en “-o”, es en parte responsable de esto. No tanto porque infinidad de nombres españoles acaben en esta vocal (Eugenio, sin ir más lejos), sino porque Beowulfo se parece mucho a Ataulfo, el primero de los reyes visigodos de España, cuya interminable lista los niños memorizaban en la escuela. Al menos, Ataulfo era recordado por todos, de modo que Beowulfo, mire usted por dónde, era percibido como algo casi propio. Pero hay más. La agonía del dragon, lanceado por el héroe, era descrita de un modo que los niños de la época fácilemte visualizarían de un modo muy concreto (y totalmente ajeno a lo descrito por el poeta anglosajón): "
Los ojos del animal –tremendos fanales en la penumbra del crepúsculo– dejaron de lanzar odio para tomar una patética luz de dolor, pálida como los muertos. Dilataba sus narices, no para lanzar malignos vapores, sino en busca del aireque faltaba a su vida. Las garras se hincaban quebrando las rocas en su afán de permanecer firmes. Pero Beowulfo sintió que la muerte del dragón acechaba desde todos los árboles, y empezó a galopar en torno al cuerpo fabuloso, haciendo graciosas cabriolas con su caballo bien domado. La bestia lanzó un nuevo rugido, y se desplomó, dejando abierta la fuente ancha por donde acabó de salir la sangre. Aún tuvo algún movimiento; algunos de esos tristes e inútiles movimientos convulsos de los animales que acaban de morir". ¿A qué nos recuerda este lance? Pues precisamente a eso, a un lance de rejoneo. Las ilustraciones de Castro de la Gandara remataban la faena.

Esta “españolización” del héroe nórdico tenía además otras facetas. Beowulfo es representado en las ilustraciones como un Don Quijote medieval, en un entorno eminentemente manchego (primera imagen). Grendel, por su parte, es un gigante, cuyo aspecto le asemeja más a un “moro”, que a los trolls del norte.

Y no me resisto a mencionar otro detalle: cuando Beowulfo llega a las costas de Dinamarca adopta una pose que nos recuerda a otro de los héroes de la “España Imperial”. ¿Lo adivináis?

Los años sesenta en nuestro país (marcados por el desarrollismo económico) eran un buen momento para recordar a las nuevas generaciones que, pese al rechazo que Europa sentía por el régimen franquista, que era estupendo vivir en España, un gran país, heredero de una herencia esplendorosa. El Beowulfo de Herrera and Castro exaltaba el nacionalismo de modo sutil, apoyándose en cuatro pilares:
1. La supremacía del elemento germánico-visigodo (Beowulf-Ataulfo), frente al musulmán (Grendel-moro).
2. La Fiesta Nacional, invocada por un Beowulfo que hace que su caballo haga cabriolas en derredor de un agonizante dragón taurino.
3. Las glorias literarias de nuestro país, rememoradas por un quijotesco Beowulfo.
4. La España imperial, con Beowulfo posando para la eternidad al estilo de Colón.

(de mi artículo “'Beowulfo', 'Geatas' and ''Heoroto': An Apprisal of the Earliest Rendering of Beowulf in Spain”. Miscelánea 39 (2009): 73-102.)

sábado, 5 de junio de 2010

"Il Mio Tesoro Intanto"

Luigi Alva (1927), en el papel de don Ottavio, interpreta "Il Mio Tesoro Intanto" de la ópera Don Giovanni, de Mozart (Aix, 1960).


La sangre es la vida

Distintas hipótesis se han desarrollado para explicar el origen del mito vampírico. Una corriente ha pretendido vincular este fenómeno a la extensión del Cristianismo. Así, el bebedor de sangre y su inmortalidad terrena serían una alternativa sacrílega a la vida eterna que el Sacramento central del Cristianismo, la Eucaristía, proporciona.
Y sin embargo, hay una diferencia esencial: Jesucristo se inmola voluntariamente, dando su sangre a los hombres, haciéndoles así herederos de la vida eterna; por el contrario, el vampiro toma la sangre de sus víctimas con violencia, haciéndolas copartícipes de una existencia antinatural. Cristo se da libremente y por amor; el bebedor de sangre la toma por la fuerza, e impulsado por una sed que nunca será satisfecha.
Es del todo cierto, por otra parte, que en la Europa cristiana los rasgos más aparentes del vampirismo se adornan de un halo diabólico, transgresor y herético que antes del Cristianismo, lógicamente, estaba ausente. Pero la creencia en los bebedores de sangre es casi universal y propia también de culturas que durante tiempo (aún hoy en día) no han tenido contacto con el Cristianismo.
En otro orden de cosas, la Pasión de Jesucristo, Hombre y Dios -eterno en su naturaleza divina y como sgunda Persona de la Trinidad- se inserta en la historia del hombre, precisamente en un pueblo (el de Israel) que desde sus orígenes ha realizado sacrificios expiatorios a Yahvé. Así, Él es la víctima más perfecta que, también como Sacerdote, se ofrece al Altísimo. El vampiro surge en una tradición que no es sacrificial. El hombre, desde sus orígenes, observa cómo la pérdida de la sangre conlleva la muerte. Razonando a la inversa, beber sangre puede revitalizar. Esta idea aparece mezclada con prácticas rituales de canibalismo, como una forma de tomar el vigor de los enemigos muertos. De esto parece hacerse eco el escritor sagrado del Levítico, cuando prohíbe tomar sangre: "Anima enim omnis carnis in sanguine est: unde dixi filiis Israel: Sanguinem uniuersae carnis non comedetis, quia anima carnis in sanguine est [porque la vida del cuerpo es la sangre]: et quicumque comederit illum, interibit" (XVII, 14). La palabra hebrea que ha sido traducida al latín como anima ("vida") puede significar también "alma, aliento", proporcionando así "una explicación completa de por qué el vampiro buscaría dar vida y rejuvenecer su cuerpo muerto succionando la sangre de sus víctimas" (Summers).

Rostros con historia (12)

Nadie ha acertado esta vez; Cathy Heathcliff no ha podido participar en esta ocasión. Se trataba de Jack Palance (1919-2006), uno de los rostros más duros de Hollywood, interpretando a Drácula, en un telefilm del mismo nombre (1973).
No me digáis que no os recuerda al huno Shan-Yu en Mulan (1998).

El mismo Palance hizo de Atila, el Huno, en Sign of the Pagan (Douglas Sirk, 1954). Estoy convencido de que Disney caracterizó al enemigo de Mulan siguiendo las angulosas facciones de este actor.


miércoles, 2 de junio de 2010

Rostros con historia (12)

¿Hay alguien que sepa el nombre del personaje, actor y título del film al que corresponde esta imagen?
Es difícil, pero no imposible; eso sí, vais a tener que usar la IMDB un rato.

Rostros con historia (11)

He topado con dos seguidoras de El señor de los anillos, y así no hay manera. Reproduzco los comentarios de Catherine Heathcliff y Lui Prince, respectivamente:

Película: The Lord of the Rings. The Return of the King (lo que viene siendo El Retorno del Rey).
Director: Peter Jackson.
Año: 2003
Personaje: Gothmog, un lider orco súper malo, más deforme de lo normal, que parece que tiene una aplopejía, porque tiene un brazo a la virulé. No veas la que lió en Osgiliath... casi matan a Faramir.
Actor: Lawrence Makoare. Lo que más me alucina de este actor es que dentro de la saga hizo un montón de papeles: el del Rey Brujo de Angmar, el del líder de los Uruk Hai, Lurtz, en La Comunidad del Anillo... se ve que Peter Jackson lo amortizó bien.

Yo sólo añadiría que este señor, junto al resto de los "stunts" de origen maorí, le regalaron a Viggo Mortenssen una Haka el último día de grabación.
La próxima, me apuesto algo, no la reconoceréis.

Rostros con historia (11)

Venga, Lui, lúcete.

Rostros con historia (10)

Os copio, literalmente, el post de Catherine Heathcliff, que h vuelto a dar en la diana. Ahí va:

Película: The Face of Fu Manchu (soy incapaz de dar el nombre al español).
Año: 1965
Director: Don Sharp.
Actor de la foto: Christopher Lee, que además, cumplió años hace poco. Incombustible.

En 2001, la Reina Isabel II nombró al actor Caballero del Imperio Británico, por lo que recibe el tratamiento de Sir. A Sir Christopher le encantan los puros habanos, el Montecristo en especial.

Beowulf MS

Beowulf MS
Hwaet!