viernes, 26 de marzo de 2010

El Papa, los pedófilos y la prensa (II)

Las cifras están hechas de casos personales, cada uno de los cuales –insisto de nuevo– es una tragedia vergonzante. Pero puesto que se manejan cifras para denigrar a la Iglesia católica, yo también aportaré datos:


• En Alemania, según las estadísticas criminales, cada año aproximadamente 15.000 niños son víctimas de abusos sexuales (y esto se refiere solo a los casos que se denuncian, que se suponen muy inferiores a la realidad). Según Bärbl Meier, presidenta de una asociación de ayuda (http://www.anwalt.de/rain-meier), más de la mitad de las víctimas tiene una relación familiar con el autor; aproximadamente en el 20% de los casos es el propio padre y en otro 20% es el padrastro o nuevo “compañero sentimental” de la madre.
• Desde 1995 se han denunciado en Alemania 210.000 casos de abusos sexuales; de ellos, 94 afectan a personas o instituciones de la Iglesia católica. Esto es, un 0, 04% (cfr. Luigi Accattoli en el Liberal; 9-03-2010).
• En el libro Pedophiles and Pirestshood antes citado se recogen los resultados del estudio más amplio que existe hoy día sobre este tema. Más de 2.200 sacerdotes en la dióesis de Chicago fueron objeto de análisis, desde 1963 a 1991. Bastaba con que un sacerdote hubiera sido denunciado –no condenado legalmente en los tribunales-, para incidir en el porcentaje. Philip Jenkins, criminalista no católico, concluyó de este informe que unos 40 sacerdotes, en torno al 1,8% del total, eran probablemente culpables de mala conducta con menores en algún momento de su carrera. Dicho de otro modo, no había ninguna prueba contra más del 98% del clero parroquial.
Los números y porcentajes no me hacen olvidar el daño causado, sobre todo cuando éste proviene de alguien que debería haber sido fuente de consuelo, ejemplo de coherencia cristiana, y en quien los padres de las víctimas confiaban. No pretendo disculpar –y menos exculpar– a nadie. Tampoco quiero diluir la gravedad de estos delitos en un mar de casos –ya se sabe Mal de muchos…–, ni echar balones fuera; lo sucedido, todos y cada uno de los abusos, no admite paños calientes. Y sin embargo, quiero señalar la verdadera magnitud del problema, y que cada palo aguante su vela: la Iglesia de Irlanda, “debe reconocer en primer lugar ante Dios y ante los demás, los graves pecados cometidos contra niños indefensos. Ese reconocimiento, junto con un sincero pesar por el daño causado a las víctimas y sus familias, debe desembocar en un esfuerzo conjunto para garantizar que en el futuro los niños estén protegidos de semejantes delitos”. La pedofilia no es, en modo alguno, un mal endémico de la Iglesia. El uso y abuso de los niños como objeto de gratificación sexual por parte de los adultos es epidémico en todas las clases sociales, profesiones, religiones y grupos étnicos alrededor del mundo, según lo demuestran claramente las estadísticas acerca de la pornografía, el incesto y la prostitución infantil. Nuestro mundo nos invita constante al hedonismo, la sensualidad. La doctrina católica ensalza el valor de la persona, la dignidad del cuerpo, y la grandeza de la sexualidad. En determinados ambientes, después de la llamada Revolución Sexual, este mensaje chirría, por retrogrado y fuera de lugar. Por este motivo, los casos de pedofilia entre los clérigos parecen dar la razón a los que censuran la moral sexual católica, como antinatural y represiva. Pero precisamente, como señala Benedicto XVI para el caso irlandés, es en el abandono de las prácticas propias de quienes llevan una vida consagrada donde hunde sus raíces el problema: “El cambio social ha sido muy veloz y a menudo ha repercutido adversamente en la tradicional adhesión de las personas a las enseñanzas y valores católicos. Asimismo, las prácticas sacramentales y devocionales que sustentan la fe y la hacen crecer, como la confesión frecuente, la oración diaria y los retiros anuales se dejaron, con frecuencia, de lado.
El escrito de Benedicto XVI a los católicos irlandeses contiene lo que debe contener. Reconoce los abusos y pide perdón por ellos (algunos no han quedado satisfechos; el Papa debería haberse autoinmolado y cerrar el establecimiento). Es muy duro con los abusadores, y recrimina a quienes hacen cabeza en la Iglesia de Irlanda su indolencia. El Santo Padre, basta con leer el documento para darse cuenta, está lejos de un estéril meaculpismo: se proponen una serie de medidas, concretas, viables y muy precisas. Y, por supuesto, el Obispo de Roma urge a todos los creyentes a la conversión, acercándose a Cristo, cuya misericordia es infinita: también para los pedófilos.
Como católico, como padre, y como hombre de la calle, la Carta Pastoral de Benedicto XVI me deja plenamente satisfecho. Como ser humano, no.

El Papa, los pedófilos y la prensa (I)

Soy un padre de familia católico. Durante estos días, los medios de comunicación vienen incidiendo en muchos casos de pedofilia protagonizados por miembros del clero católico en Irlanda, Austria y Alemania. Tras escándalos similares en el seno de la Iglesia católica norteamericana, el epicentro de esta lacra está ahora en el Viejo Continente; el caso de Irlanda es especialmente grave, tanto que el Papa Benedicto XVI publicó el pasado 19 de marzo la “Carta Pastoral a los Católicos” de ese país, abordando el tema (http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/letters/2010/documents/hf_ben-xvi_let_20100319_church-ireland_sp.html).
Como padre, siento repugnancia ante el abuso de menores: nada hay más sucio y sórdido; como católico, escándalo y pesadumbre. Y, si como parece haber sido en ocasiones el caso, se han producido errores, silencios u omisiones en la respuesta de las diócesis ante las acusaciones, añado, además, que siento vergüenza. Estos son también los sentimientos de todos los creyentes que conozco, empezando por Benedicto XVI; en el primer párrafo de la carta antes mencionada, el Santo Padre no deja lugar a dudas sobre sus sentimientos: “No puedo sino compartir la desazón y el sentimiento de traición que muchos de vosotros habéis experimentado al enteraros de estos actos pecaminosos y criminales, y del modo en que las autoridades de la Iglesia en Irlanda los trataron.” El aluvión de titulares hace que me pregunte sobre el tema, que me informe y saque mis conclusiones al respecto.
Los niños (también los no nacidos) son el bien más preciado de la humanidad, y existe consenso (ya se ve que con matices) al respecto. Por este y otros muchos motivos, un único caso de abuso a un menor es ya una abominación, que no puede relativizarse o mitigarse en una estadística. El dolor es tan intenso como el corazón humano puede sentir y el daño infligido (quizá de forma irreparable) exige que el culpable deba “responder –dice Benedicto XVI- ante Dios Todopoderoso y ante los tribunales debidamente constituidos.” Las palabras del Papa son taxativas al respecto y no admiten una doble lectura; en el punto 7 de su Carta Pastoral, el Obispo de Roma se dirige explícitamente A los sacerdotes y religiosos que han abusado de niños y dice: “la justicia de Dios nos llama a dar cuenta de nuestras acciones sin ocultar nada. Admitid abiertamente vuestra culpa, someteos a las exigencias de la justicia”.
Pero, también es una exigencia de la justicia discernir la realidad de los hechos denunciados y el modo en el que se nos informa sobre los mismos. Obviamente hay que dejar lo primero a los tribunales, pero es nuestra obligación y nuestro derecho, como ciudadanos responsables, formarnos un juicio equitativo sobre este tema en cuestión. Es indudable que determinados medios han encontrado un filón en esta, insisto, abominación. Se está creando adrede un clima de recelo generalizado contra “los pedófilos ensotanados” –que decía Almudena Grandes en El País hace unos días– y contra la Iglesia Católica, como una institución que, no sólo alberga y oculta a abusadores, sino que los crea; ¿de qué modo, si no, deben interpretarse titulares como “Iglesia católica, abusos y sexualidad”? No basta con que un análisis desapasionado de los datos muestre que no hay vinculación alguna entre pedofilia y celibato sacerdotal (cfr. Philip Jenkins, Pedophiles and Priests: Anatomy of a contemporary crisis. Oxford University Press, 1996). La inmensa mayoría de los miembros célibes de la Iglesia católica (unos 400.000) viven su entrega con dignidad; los casos denunciados son una dolorosa excepción. De lo que se trata, en realidad, es de presentar a la Iglesia como una institución corrupta. No soy el primero en denunciar una campaña anticlerical, con informaciones sesgadas o claramente falsas, en todo el mundo occidental. Se trata de una suerte de tribunal secular de la inquisición, una caza de brujas. Es una especie de Abusogate en el que se especula abiertamente –como en el Watergate– si el escándalo no tendrá ramificaciones hasta la misma cabeza de la Iglesia en Roma: todos los hombres del Presidente, como en la película de Robert Redford y Dustin Hoffman (1976), son ahora el Papa y su curia; esto es absurdo. Así, Benedicto XVI se habría visto “salpicado”, particularmente por los casos acontecidos en su país natal. Georg Ratzinger, hermano del Papa, fue director durante treinta años –de 1964 a 1994–en el Regensburger Domspatzen (coro de niños cantores de Ratisbona), donde se produjeron tres casos de pedofilia. En realidad, y esto se ha ocultado, los abusos acontecieron en un periodo en que Georg Ratzinger no era director del coro.

jueves, 18 de marzo de 2010

El sindicalista y el cura (II)

A la mañana siguiente, Sábado, nuestro premioso conductor estaba convencido de que se había excedido insultando al sacerdote. Pensaba que uno va perdiendo facultades con la edad y que el pobre cura no daba más de sí. Mirándose al espejo mientras se afeitaba, sintió la necesidad de disculparse ante el viejo, pero ¿cómo encontrarlo? Trató de quitarse la idea de la cabeza, pero no pudo: cuando se insulta a alguien, como cuando se le hiere en el cuerpo, queda una perforación, un desgarramiento, que es necesario sanar. “Sí, el Quinto Mandamiento”, se acordó de don Martín. Al terminar de afeitarse, apoyó las dos manos sobre el lavabo, e inclinó la cabeza sobre su pecho: “tengo que pedirle perdón. Es una cuestión de justicia”.
Tras vestirse, tomó un café rápido y salió a la calle a comprar pan. En su lugar habitual no quedaba más que integral, así que cruzó dos manzanas en dirección a un pequeño supermercado que había en una placeta. Entonces reparó en que en uno de los laterales del cuadrado se alzaba una iglesia; dos minutos más tarde estaba dentro, sentado en un banco de madera. No sabía por qué había entrado, pero no se estaba mal. No había nadie y olía a antiguo: cera, madera vieja y frías baldosas. Otra vez su padre preguntándole si se quería confesar. Miró a la izquerda y luego a la derecha: allí, tres filas hacia adelante, junto a un altar y una horrible imagen de una mujer vestida de monja, había un confesionario del que salía una tenue claridad. Se adivinaban las manos de alguien sosteniendo un libro abierto. Se incorporó y fue hacia allí. “El cura se va desmayar cuando le cuente”, susurró. Mientras se acercaba, recordó que el dolor era muy importante para confesarse bien, pero no sentía nada; bueno, sí, pena de haber dicho tantas cosas a aquel viejo cura..., y también de esto y de aquello. Se detuvo, justo bajo aquella siniestra imagen de la monja: los ojos de ella miraban hacia arriba y sus palmas se juntaban sobre su pecho. No recordaba ninguna oración, pero ya no había marcha atrás. Se plantó delante del confesionario y dijo: “Quiero confesarme”. El sacerdote cerró el libro y alzó el rostro, mientras apagaba la bombillita con la mano izquierda. “¡Joder!”. No podía creerlo: era el cura del día anterior. “Mire, yo…”. El confesor no le dejo continuar: “¿puedes arrodillarte, por favor?”.
Después de darle la absolución, el confesor le miró fijamente. Sus ojos esbozaron una sonrisa, al tiempo que preguntaba: “¿has pensado alguna vez hacerte sacerdote?”. Como un resorte, el sindicalista se puso en pie: “pero, ¿¡qué dice usted!?”…


Han pasado algunos años desde aquel día. Hoy, el protagonista de esta historia es párroco en una ciudad española. Lo que aquí he narrado es, esencialmente, verídico, y yo me he divertido mucho recreando el episodio.

miércoles, 17 de marzo de 2010

El sindicalista y el cura (I)

Un sindicalista conduce a más velocidad de la permitida por las estrechas calles de una ciudad española, una de esas urbes antiguas que no fueron pensadas para los coches. Lleva prisa. Un semáforo, un stop, un coche en doble fila. Frena y acelera. Se exaspera. A ambos lados de la vía empedrada caminan la gente camina con parsimonia. Llevan bolsas, carpetas, el carrito de la compra; su vida a cuestas. Durante unas décimas de segundo el conductor desvía la mirada al reloj digital de la guantera: llega tarde. Cuando vuelve a mirar al frente, ve con sobresalto como una figura de negro cruza la calle, escasos metros de su parachoques. Instintivamente, su pie pisa a fondo el pedal de freno. Las ruedas chirrían y el vehículo se detiene. Los ojos del osado peatón le miran con una mezcla de miedo y sorpresa. El conductor cae en la cuenta de que la persona a la que ha estado a punto de atropellar es un anciano sacerdote. La gente contempla la escena: el conductor se baja del coche iracundo y se dirige al cura, que ya se ha puesto a salvo en la acera. “Lo siento, no le he visto…”, musita el de la sotana, pidiendo perdón con su mirada. El conductor, fuera de si, le interrumpa y, a voces, increpa al viejo. Le insulta. Quisiera golpearle. Los espectadores se acercan. Unos piden un poco de respeto por el anciano y otros le censuran haber cruzado sin mirar. “¡Está chocho!”, se oye. Nuestro conductor se despacha, hasta que cae en la cuenta de que tiene prisa. Vuelve al coche y se marcha, mientras sigue maldiciendo al sacerdote.
Por la noche, ya en casa, nuestro airado conductor está aún nervioso. Ha sido un día difícil. De aquí para allá, bregando con la gente. “¡Y encima ese cura de los cojones! Menudo marrón si me lo cargo”, se dice al encenderse un cigarro. Aspira el humo y se va tranquilizando. Mientras se acomoda en el sillón, repasa la escena. La verdad es que iba más rápido de la cuenta. Había mirado el reloj y allí estaba el viejo. “Joder…” Entonces se acuerda de su padre, también anciano, y un recuerdo de la infancia se le viene a la memoria. Cogido de su mano, entra en la iglesia de su pueblo. Su padre siempre le hacía la misma pregunta los Domingos: “¿Quieres confesarte?”. Se incorpora en el sillón y deja caer las cenizas del cigarrillo: “Hace siglos que no me confieso”, piensa. Entonces siente pena del viejo sacerdote, tan viejo como Don Martín, el cura de su pueblo. No aguantaba sus sermones y cantaba muy mal, pero en el confesionario siempre le hacía reír; luego un cachete y como nuevo.
“Es tarde. Me voy a la cama”.

viernes, 12 de marzo de 2010

Una canción de 091

Creo que los granadinos 091 han sido uno de los mejores grupos de Pop/Rock. Cuando estudiaba la carrera en Granada tuve ocasión de verlos en varias ocasiones; también en Jaén, donde les vi por útima vez en su gira de despedida. Una vez -creo que corría el curso 1989/90- fui a hacerles una entrevista a su local de ensayo, un cuchitril llamado "La cueva de Atila" (según me dijo mi contacto), donde apenas había sitio para la batería, los Marshalls y los músicos. Durante el rato que estuve con ellos, José I, Lapido se mostró apático e irónico; luego descubrí que no era por mí: él era así.
Por aquella época las relaciones con su casa discográfica, Zafiro, no eran precisamente idílicas. Rota su relación con ellos, la multinacional Polygram cortejaba al grupo para lanzar un nuevo disco; Antonio Oñate les seguí la pista desde hacía tiempo. "Tormentas Imaginarias" es una joya que se lanzó al mercado en 1993; el primer CD que me compré de 091.
En la maqueta que el grupo granadino envió a Polygram después de firmar con ellos se incluía un tema mítico que, entre los fans del grupo, se conoce como "Venus". Y digo "mítico", porque finalmente no se comercializó y porque para muchos seguidores del grupo es su mejor tema; no para mí. Escuché un fragmento de la canción en una cinta de pésima calidad que alguien me dejó. Era una canción sin demasiados arreglos, típica de 091, con esos registros agudos que tan bien le iban a Juan A. García, el solista de la banda. A mí me recuerda los temas de su segundo LP, "Más de cien lobos" (1986), con la dureza eléctrica de "El baile de la desesperación" (1991).
Pues bien, hace unos días, localicé el tema en Internet, y no he parado hasta saber más cosas de esta canción fantasma. En Facebook, que sirve para algo más que para chismorreo de postadolescentes, Jordi Vadell -un Filólogo catalán, autor de un libro sobre las letras de Lapido- cita las palabras de este genial músico sobre la canción:

Vamos a aclarar el tema “Venus” de una vez por todas. “Venus”, como tú la llamas, no se llamaba así. Es más, creo que no tenía título definitivo. Esa canción iba incluida en la maqueta que presentamos a Polygram, cuando nos ficharon, allá por 1992. En aquella maqueta creo que también iban “Es hora de enloquecer”, "Es sólo una señal” y “Para impresionarte”. Estoy convencido de que nos ficharon por esa canción. Vieron posibilidades comerciales en el tema. Lo que pasa es que a la hora de la grabación, el grupo, en una de nuestras más equivocadas decisiones, dijimos de no grabarla. ¿Por qué? Nos pareció que no iba con el estilo general del disco. Qué chorrada. Al A&R le dio un síncope cuando se enteró de que no iba en el disco. Así éramos nosotros. No estoy de acuerdo con que sea la mejor canción de los Cero pero si le hubiéramos dedicado algo de más tiempo tal vez podríamos haber sacado algo bueno de allí. El que vosotros la conozcáis no deja de ser un accidente. Alguien se hizo con las cintas de aquella maqueta y la difundió sin nuestro permiso. Cosas que pasan."

He dedicado un rato a escribir la letra de "Venus". No es, ni mucho menos, de las mejores de Lapido, aunque sin duda es evocadora y tiene algunos símiles interesantes.

Como un zahorí cansado que busca el pozo del amor,
Y que al volver sobre sus pasos se da de cara con la pasión.
Confuso y desorientado como un boxeador sonado.

La vi llegar cuando vestía de medusas y coral.
La vi marchar cuando lucía un racimo de uvas de collar.
“Mi nombre es Venus” –ella decía– “aunque estoy sin pedesta ... todavía”

Como el eco de un disparo, ella llegó sembrando confusión.
Como el canto de un esclavo, ella me dio un minuto de emoción.

Aquel día bebimos néctar, que un dios griego nos sirvió.
Aquel día de tormenta, hasta se nos olvidó
Que aún había trincheras, que aún había dolor… allí fuera.

Como el eco de un disparo, ella llegó sembrando confusión.
Como el canto de un esclavo, ella me dio un minuto de emoción.

Se quedó el cielo nublado, teñido de ningún color,
Cuando partió hacia ningún lado y con ella se llevó
En sus pupilas atrapado el último rayo de sol de aquel año.

Como el eco de un disparo, ella llegó sembrando confusión.
Como el canto de un esclavo, ella me dio un minuto de emoción.



El tema puede escucharse en: http://www.goear.com/listen/ad83f97/venus-091

miércoles, 10 de marzo de 2010

Del cielo al infierno (en tres días)

Iniciábamos la semana y el madridismo futbolístico exultaba porque, por fin, estaban los primeros en la tabla de clasificación de Primera División. El equipo celebró la victoria ante el Sevilla, como si fuera la madre de todas las victorias. Era mucha la ansiedad acumulada durante las últimas jonadas: que si Raúl está en el banquillo; que si Kaká no está fino (por no hablar de Benzemá); "confiemos en Guti"; etc. El Domingo por la noche se empezaba a inflar el perro o la burbuja inmobiliaria (que de eso saben mucho en el Madrid). Y es lógico. El desembolso en fichajes del Real Madrid durante el mercado estival superó los 260 millones de euros (manda huevos, ¡más de 4.316.000.000 de pesetas!), y hasta la fecha -fuera de la Copa del Rey- el único logro de los merengues es estar los primeros de la liga. Pero, dejando a un lado fanfarrias, vítores y "villaratos", la realidad sobre el campo es bien distinta. El liderazgo blanco es un mal pespunte, cogido con los mismos puntos del Barça.

Esta noche el Madrid se ha venido a pique y no ha sido capaz de eliminar al Olympique de Lyon, un equipo (lo hemos visto todos) bastante limitado, sin estrellas rutilantes, sin anuncios de ropa interior masculina y con un presupuesto irrisorio comparado con el del Real Madrid; por cierto, me pregunto si lo de "Real" no será por los antiguos reales. Y es que alguno debe pensar que el césped, por ser verde, es un tapete de Póker donde lo principal es el dinero que se mueve y los faroles; hoy el trio sucio -con comodín- de ases merengue, C. Ronaldo, Kaká y Guti (es fácil saber quién es el joker) no ha ganado la mano.


Ya en el Marca se cuestiona a Pellegrini. Guti denuncia el excesivo individualismo. Kaká, que es miembro de la Iglesia Evangélica, hace penitencia y pide perdón a la afición. Y Ronaldo, que es Cristiano, ¡ay Ronaldo! Habrá que oír lo que nos cuenta el teórico-retórico del Madrid, Valdano.

domingo, 7 de marzo de 2010

Working on a Dream

Conocí a JP en 1990 y en el "Colegio Mayor Albayzín" de Granada; era su primer año de Universidad como estudiante de física. Le gustaba mucho la música de Bruce Springsteen, así que yo le llamaba Boss. Cuando aquel mismo año decidimos formar un grupo musical para pasar el rato ("Los Impecables"), él se compró un bajo. Fue nuestra Edad de Oro, ni mejor ni peor que la actual, pero dorada.
Granada. 091. La Fiesta de las Cruces. El Paseo de los Tristes. "El Ruido Rosa".
Pasaron los años. Yo me casé, él se casó. Hablábamos por teléfono y nos veíamos ocasionalmente. En 2007, JP tuvo un gravísimo accidente de coche. Fui a verle a la UVI; estaba en coma: había sufrido un impacto muy severo en la cabeza. Su mujer -fue quizás lo que más me impactó- estaba entera, tranquila y esperanzada, pese a que los médicos no creían que aquella situación se prolongara mucho tiempo. La vida de aquella familia -tenían una niña y un niño- dio un giro insospechado.
Recuerdo que durante el año 2008, solía pedir con insistencia a mis hijos que rezaran por mi amigo; todos los días, en coche hacia el colegio, pedíamos por él. JP salió del coma y mejoró, aunque no tuve ocasión de visitarle en su casa.
Hoy he estado con él, con su esposa y sus niños. JP tiene por delante un camino que recorrer, pero ahí está su familia para hacerlo con él. Hemos hablado de música, de cine y de recuerdos. Con emoción me ha contado que vio a Bruce Springsteen tocar en directo hace poco. El último álbum del Boss se llama Working on a Dream, "Como yo" -me dice JP- "que estoy trabajando en un sueño".

jueves, 4 de marzo de 2010

¡Más de tres mil visitas!

Dice el contador de este blog que hoy se han superado las 3.000 visitas; creedme, no todas son mías. Me alegro, porque pronto celebraré el primer aniversario de "A Blog for All Seasons".

Lo cierto es que aún hecho en falta los comentarios de algún buen amigo (Eduardo, ya te vale ¿no?), pero estoy satisfecho -sobre todo porque no he tenido que eliminar las palabras de nadie-. En cualquier caso, pido a quienes leen mis entradas a través de Facebook, que hagan sus comentarios aquí y no allí (Gracias, Alejandro).

Saludos desde Utopía.

lunes, 1 de marzo de 2010

Otra de vampiros

El vampirismo en Europa parece ser, ante todo, un mito eslavo, con un fuerte componente griego y también turco. «Los vampiros», dice Montague Summers en The Vampire, «infestan particularmente los países eslavos». Así son innumerables los términos con los que se designan en los diferentes países del Este a este tipo de criaturas:
• Grecia: Vrykolakas.
• Rumanía: Strigoi o Strigoica, Moroii, vârkolak.
• Croacia, Montenegro y Serbia: Vukodlak, Dhampir
• Rusia: Upyr, Vieszcy y eretik.
• Hungría: Pamgri.
En la Europa occidental, los estudiosos estaban atónitos ante estas auténticas epidemias de vampiros que asolaban a sus vecinos del Este, todo lo cual contribuía a conformar una imagen de estos territorios como lugares primitivos y supersticiosos. El protagonista de los capítulos iniciales de Drácula ilustra el concepto que el europeo medio tenía de estos países, algo que arrancaba de mucho atrás, quizá desde que a finales de la Edad Media el Terror Turco amenazara las fronteras de Europa; tras dejar Viena en tren, Jonathan Harker se adentra en otro mundo: «La impresión que tuve era que estaba dejando el Oeste y entrando en el Este; el más Occidental de los espléndidos puentes sobre el Danubio, que aquí cuenta con una anchura y profundidad notables, nos llevaba por entre tradiciones del dominio Turco» .
Con celeridad inusitada, la creencia (admitida o rechazada) en los vampiros se va asentando en el Occidente civilizado. Buena cuenta de ello dan los innumerables tratados, más o menos científicos, que se escriben sobre el tema; entre ellos De Masticatione Mortuorum in Tumulis Liber de Michael Ranft (Leipzig, 1728); Dissertatio de Cadaveribus Sanguisugis (Jena, 1732) de John Christian Stock; pero destaca sobre todo, la obra Dissertations sur les Apparitions des Anges, des Démons et des Esprits et sur les revenants et vampires de Hongrie, de Bohême, de Moravie, e de Silése (París, 1746) de Dom Agustin Calmet (1672-1757). El mismo Voltaire Escribió sobre el tema en su Diccionario Filosófico (1764).

Sin embargo, lo que mejor atestigua, fuera de los círculos académicos, la llegada de este invasor a Occidente es la aparición en las distintas lenguas y durante el siglo XVIII del término “vampiro” . En inglés vampyr aparece documentado a principios de la década de 1730. El alemán vampyr fue usado pror primera vez en 1720. El Dictionnaire de L'Académie française (4ª edicion, 1762), también recoge vampire. En español, la primera edición del DRAE (1843), incluye la siguiente definición de "vampiro": «m. Nombre que dan en ciertos países septentrionales á los cadáveres que suponen salir del sepulcro á chupar la sangre de los vivos».

Beowulf MS

Beowulf MS
Hwaet!