jueves, 29 de marzo de 2012

Una huelga en primavera

Hoy estaba convocada la primera huelga general de la era Rajoy. Yo he ido a trabajar, como también lo hice el día de la última huelga del gobierno ZP.
Hoy estaba convocada, también, la Fiesta de la Primavera, aunque en vez de "la Fiesta" (como si fuera única), debería ser "una Fiesta" u "otra Fiesta": la de hoy ha sido la segunda, y se espera otra más.
Tengo que decir que, por lo que he visto en la calle, se ha notado más la segunda concentración que la primera. Quiero referir tres detalles, brevemente.
Al bajar a la Universidad, apenas si me he cruzado con dos alumnos. Pero claro, no sé si estaban de huelga o de Springtime Party. Al intentar entrar al edificio donde tengo mi despacho, el sistema de apertura (una célula sobre la puerta) no ha funcionado; ése suele ser el caso los Domingos y fiestas de guardar: hay que usar una llave magnética personal para acceder. Esto me ha extrañado un poco ¿no?
Ya en mi despacho he saludado a otros compañeros y, con sorpresa (la segunda), me han dicho que no funcionaba el sistema de aire acondicionado/calor: son unos splits que hay en el techo de cada dependencia, accionados por un dispositivo en la pared (al que no llegaba electricidad). Pero, bueno, ¿acaso no hay que respetar el derecho de quienes no secunden el paro? Luego resulta que la participación ciudadana en las huelgas se mide -entre otras cosas- por el consumo de electricidad en los puestos de trabajo: desde luego, mirándolo de forma positiva, hoy me han hecho ahorrar energía.
Ya por la tarde, he ido con mis hijos al dentista (que tampoco ha holgado, ni él ni sus asistentes/enfermeras). Al terminar (serían las 19'00h), nos hemos topado con un grupo de unos 50 manifestantes (también podían ser 40, o podían ser 75) que coreaban consignas. Creo que eran de la CNT. A la cabeza del grupo, había un muchacho con un megáfono. Justo al pasar junto a él, ha gritado: "¡Menos botellón, y más revolución!". Por las barbas del profeta, que me ha llegado al corazón la consigna -aunque creo que su revolución y la mía son distintas-. 
Mientras nos alejábamos, aún he escuchado "¡Gastos militares, para escuelas y hospitales!". También un lema atractivo, pero en seguida he pensado en un término y su definición en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua:
Demagogia
1. f. Práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular.
2. f. Degeneración de la democracia, consistente en que los políticos, mediante concesiones y halagos a los sentimientos elementales de los ciudadanos, tratan de conseguir o mantener el poder.

En fin, ya por la noche, decenas de muchachos volvían a casa de celebrar (como Vivaldi) la primavera. Me ha venido a la cabeza la consigna del barbado anarquista.
¡Viva la Revolución!

viernes, 23 de marzo de 2012

Don Álvaro del Portillo (1914-1994)

He estado un rato eligiendo la foto que complementaría esta entrada, hasta que he encontrado una que hace superfluo cualquier comentario que yo pueda hacer. Dos sacerdotes: el de la izquierda es San Josemaría Escrivá; a su derecha, mirando directamente a la cámara, Álvaro del Portillo. 
Hace hoy justamente 18 años, yo estaba cenando junto a algunos compañeros de profesión, que habíamos coincidido en un congreso de literatura inglesa renacentista. La ciudad podía ser Valladolid, León o Salamanca -no lo recuerdo-. En un momento de la conversación alguien comentó, que había fallecido (de madrugada) Álvaro del Portillo, Prelado del Opus Dei. Con 80 años recién cumplidos, acababa de regresar a Roma de una peregrinación a Tierra Santa. 
Don Álvaro había conocido al fundador de la Obra a mediados de los años treinta y se ordenó sacerdote en 1944; era Doctor Ingeniero cuando se puso la sotana. Tras la muerte de San Josemaría, fue nombrado su sucesor. Desde que don Álvaro se uniera al Opus Dei, trabajó estrechamente unido al fundador. Siempre pendiente de cualquier sugerencia de éste, cualquier insinuación, cualquier gesto, don Álvaro era un hombre de personalidad bien definida, con un carácter totalmente distinto al de San Josemaría. Y al tiempo, un hombre cuya docilidad y obediencia con él -más allá de ser consecuencias de un profundo afecto- eran fruto de la conciencia de saberse junto a un hombre de Dios, cumpliendo así una vocación personal.
Hoy, en los cinco continentes, se celebra la Santa Misa en sufragio de su alma. Su causa de canonización  comenzó el 4 de abril de 2004.

jueves, 8 de marzo de 2012

¡El mañana me pertenece!

Muchas veces oigo a la gente preguntarse cómo es posible que la locura del nazismo llegara al poder en Alemania. El ascenso de esta ideología, es cosa sabida, se produce en un país asolado por la crisis económica, la humillación del Tratado de Versalles y la pérdida de los valores del humanismo cristiano.
La película Cabaret de Bob Fosse está ambientada en el Berlín de los años previos al nombramiento de Hitler como Canciller del Reich. Es el tiempo de las SA, las secciones de asalto del partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, una asociación revolucionaria que apoyó al dictador en su ascenso al poder -y que luego fue decapitada, para ser sustituida por las SS-
En un momento de la película, el protagonista (un norteamericano) y su amigo alemán están sentados al aire libre, en el campo; el lugar se llama Gasthaus Waldesruh, una especie de casa de huéspedes. Hace un día espléndido. Entonces, un joven de apariencia inocente y angelical comienza a entonar, él solo, una canción que habla de la naturaleza, los animales del bosque y el Rin. Me parece que esta escena explica a la perfección el ascenso de esta ideología.
Al comienzo de la canción, sólo se ve el rostro sonriente del muchacho, que pronto empieza a atraer la atención de otras personas, jóvenes y adultos, hombres y mujeres. La letra de la canción es bella, el sol calienta los prados y bosques de Alemania. Sólo entonces la cámara revela que el joven lleva el uniforme de las Juventudes hitlerianas, como otros tantos en aquel concurrido lugar.  Entonces el joven canta "el mañana me pertenece". Pero ¿por qué preocuparse por un adolescente uniformado? ¿No llevan indumentaria paramilitar los boy scouts?
El Rin y su oro, el tilo verde y frondoso, son elementos típicos del folklore germano y del Poema de los Nibelungos. Vienen a la cabeza Sigfrido y la trilogía wagneriana El Anillo de los Nibelungos, que tanto gustaban al dictador alemán. Como diría Tolkien, nadie distorsionó tanto la mitología nórdica como los nazis. 
La melodía sube de tono, y algunos parecen mover los labios para unirse al joven en la canción, que habla ahora del bebé en su cuna, y de la flor que abraza a la abeja. Es la belleza de las cosas sencillas.  Repentinamente, sin transición, el joven se muestra desafiante cuando grita: ¡arise! (¡levantaos!). Se han unido dos muchachos, y una chica, de rostro adusto, se alza y canta con fuerza. Luego se incorporan más, y más, que también se levantan. Ahora es un coro de personas, entonando una melodía que parece sacar fuera algo que todos llevan dentro. Sólo un anciano, de gafas redondas y gorra negra, parece preocupado por la aprobación general. Ya no es una canción sobre la belleza de las cosas creadas, sino un himno, una marcha militar, que invita a ponerse en movimiento y tomar lo que es suyo: "El mañana me pertenece". Ya es imparable: la patria ha de dar una señal a sus hijos (todos los alemanes) y el mundo será suyo. El modo de lograrlo, la señal, es el nazismo: el joven se pone su gorra y saluda con el brazo derecho en alto.
"¿Sigues pensando que podréis pararlos?" -pregunta el americano-, y su amigo alemán guarda silencio. Es el silencio de tantos alemanes bien pensantes que pensaron que podrían dejar a los nazis acabar con el extremismo de izquierdas, el paro, y hacer de Alemania una potencia europea. Pero la factura que Hitler presentó fue elevada (el poder absoluto) y cuando se intentó relegarle, ya era tarde. Europa y Estados Unidos fueron también culpables de pensar que hacía falta una Alemania fuerte que contrarrestara el peso de la URSS de Stalin. El mismo Churchill dejó dicho: "Si Inglaterra pasara por una situación de crisis como la de Alemania, haría falta también aquí un Sr. Hitler". 
Pero lo que más me sorprende de esta escena de la película es que es poderosamente atractiva, que seduce gradualmente con su mensaje de "ponerse el mundo por montera", el "seréis como dioses" del Génesis, un riesgo que sólo se puede evitar siendo conscientes de él.



Beowulf MS

Beowulf MS
Hwaet!