En
el libro V de la Gesta Danorum, una
voluminosa obra escrita en latín por Saxo Grammaticus (ca. 1150-1220), se narra
la extraña historia de Asuithus y Asmundus.
Estos dos guerreros islandeses,
compañeros en mil batallas, sellaron su amistad de forma curiosa: ambos juraron
que si uno de los dos moría, el otro le acompañaría a la tumba. Y sucedió que Asuithus
murió tras una enfermedad. Su cuerpo fue colocado en el interior de una gruta
subterránea, acompañado de su caballo y su perro –según la costumbre–.
Al poco
tiempo, Asmundus, fiel a su palabra, se metió también en aquella cavidad
funeraria, llevándose algo de alimento para sobrevivir unos días, al menos.
Pasado algún tiempo una expedición militar sueca
pasó junto al túmulo funerario de Asuithus. Ericus, el líder de aquella partida
de guerreros, mandó explorar el enterramiento, habida cuenta de que estas
construcciones funerarias solían guardar tesoros. Uno de los suecos descendió
al interior de la gruta, descolgándose en una cesta sujeta por una cuerda.