
Ahora, con los años, puedo entender la traición. Mi entendimiento -y mi propia experiencia- hacen más comprensible la opción (¿opción?) de Judas. Vería a Jesús como un iluso. Un hombre bueno, pero que no iba a ninguna parte. Y qué decir de los que le acompañaban: unos pobres simplones que seguían al Nazareno sin saber muy bien los motivos. Y frente a éstos, el sólido edificio del judaísmo: el Templo de Salomón, y sus tradiciones. Porque los sumos sacerdotes seguían a Moisés y a los profetas; ¡ésos sí que hablaban en nombre de Dios! Y luego los romanos, el poder militar y político.
-"La bolsa, la bolsa. Ya repondré lo que falta. Nadie se ha dado cuenta".
Judas también había sentido una profunda conmoción cuando conoció a Jesús. En ocasiones veía claro, meridianamente claro, que era el Mesías. Estar junto a Él era no necesitar nada más: aunque uno estuviera cansado, hambriento o despreciado. Con el Nazareno las cosas eran sencillas.
El Iscariote volvió a ver las cosas en su simplicidad, cuando presenció cómo se llevaban a Jesús y lo conducían ante los sumos sacerdotes. El niño lloró; pero el hombre, desesperó.
¡Muy buen comentario!
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