jueves, 17 de abril de 2014

Judas

De niño, sentía una extraña atracción por Judas Iscariote. Era una mezcla entre el rechazo por lo que había hecho, y (paradójicamente) la irresistible curiosidad de asomarme al abismo de su traición. Al escuchar, leer o ver su historia, siempre esperaba que en el último momento diera marcha atrás, volviera con Jesús, y dejara a los sumos sacerdotes con las ganas de prenderle. Pero yo sabía, en el fondo, que el Iscariote iría hasta el final.
Ahora, con los años, puedo entender la traición. Mi entendimiento -y mi propia experiencia- hacen más comprensible la opción (¿opción?) de Judas. Vería a Jesús como un iluso. Un hombre bueno, pero que no iba a ninguna parte. Y qué decir de los que le acompañaban: unos pobres simplones que seguían al Nazareno sin saber muy bien los motivos. Y frente a éstos, el sólido edificio del judaísmo: el Templo de Salomón, y sus tradiciones. Porque los sumos sacerdotes seguían a Moisés y a los profetas; ¡ésos sí que hablaban en nombre de Dios! Y luego los romanos, el poder militar y político. 
-"La bolsa, la bolsa. Ya repondré lo que falta. Nadie se ha dado cuenta".
Judas también había sentido una profunda conmoción cuando conoció a Jesús. En ocasiones veía claro, meridianamente claro, que era el Mesías. Estar junto a Él era no necesitar nada más: aunque uno estuviera cansado, hambriento o despreciado. Con el Nazareno las cosas eran sencillas. 
El Iscariote volvió a ver las cosas en su simplicidad, cuando presenció cómo se llevaban a Jesús y lo conducían ante los sumos sacerdotes. El niño lloró; pero el hombre, desesperó. 

1 comentario:


Beowulf MS

Beowulf MS
Hwaet!