San Isidoro de Sevilla pero pronto marchó a Sevilla a estudiar. En la escuela Catedralicia de la ciudad andaluza, se volcó a estudiar con tanto afán que en breve lapso de tiempo llegó a dominar el Latín, el Griego y el Hebreo.
Los Godos, que llevaban casi 200 años en España, eran más bien “bárbaros” y no estaban demasiado pendientes del estudio y los latines. Este hombre, sin duda el más sabio de su tiempo, se propuso homogeneizar a las diversas etnias que habitaban la España Hispano-Gótica con la religión y la educación. Se enfrentó al “Arrianismo” (que, en síntesis, defendía que Cristo no era Dios) ampliamente extendido entre los Visigodos y logró erradicarlo; también combatió doctrinalmente a los “Acéfalos” (los “sin cabeza”).
Convencido de la necesidad de dar buena formación, estableció seminarios catedralicios. En ellos se estudiaban Latín, Griego, Hebreo, artes liberales, Derecho, Medicina y Filosofía Griega.
Fue el primer escritor Cristiano en emprender la tarea de compilar una suma del conocimiento universal. La más importante y conocida de todas sus obras son las Etymologiae que, por cierto, no se ocupaba únicamente del origen de las palabras. Se trata de un inmenso depósito en el que es almacenado, sistematizado, y condensado, todo el conocimiento de su tiempo, antiguo y moderno. En las Etymologiae muchos fragmentos del conocimiento clásico fueron preservados y esto impidió que se perdieran irreparablemente. A lo largo de una gran parte del Medioevo fue el texto más usado en las instituciones educativas; ni siquiera el Renacimiento pareció disminuir la alta estima en la que esta obra era tenida.
Santo, estudioso y educador. Los que nos dedicamos a las letras tenemos en él, sin duda, un valioso ejemplo.
Los Godos, que llevaban casi 200 años en España, eran más bien “bárbaros” y no estaban demasiado pendientes del estudio y los latines. Este hombre, sin duda el más sabio de su tiempo, se propuso homogeneizar a las diversas etnias que habitaban la España Hispano-Gótica con la religión y la educación. Se enfrentó al “Arrianismo” (que, en síntesis, defendía que Cristo no era Dios) ampliamente extendido entre los Visigodos y logró erradicarlo; también combatió doctrinalmente a los “Acéfalos” (los “sin cabeza”).
Convencido de la necesidad de dar buena formación, estableció seminarios catedralicios. En ellos se estudiaban Latín, Griego, Hebreo, artes liberales, Derecho, Medicina y Filosofía Griega.
Fue el primer escritor Cristiano en emprender la tarea de compilar una suma del conocimiento universal. La más importante y conocida de todas sus obras son las Etymologiae que, por cierto, no se ocupaba únicamente del origen de las palabras. Se trata de un inmenso depósito en el que es almacenado, sistematizado, y condensado, todo el conocimiento de su tiempo, antiguo y moderno. En las Etymologiae muchos fragmentos del conocimiento clásico fueron preservados y esto impidió que se perdieran irreparablemente. A lo largo de una gran parte del Medioevo fue el texto más usado en las instituciones educativas; ni siquiera el Renacimiento pareció disminuir la alta estima en la que esta obra era tenida.
Santo, estudioso y educador. Los que nos dedicamos a las letras tenemos en él, sin duda, un valioso ejemplo.
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