El día que murió el poeta inglés Robert Browning (1812-1889), se publicó Asolando, su volumen póstumo de poesía. En uno de los poemas "Development" ("Desarrollo"), el autor comienza por narrar un episodio de su infancia.
Su padre (que se llamaba como él) trabajaba en un banco y, además, sabía griego. En una ocasión, cuando Robert tenía sólo 5 años de edad, vio a su padre leyendo un libro y le preguntó: "¿Qué lees, papá?". El padre contestó: "El sitio de Troya, hijo". Frunciendo el ceño, Robert insistió: "¿Qué es un 'sitio'?...¿y qué es 'Troya'?". El señor Browning sonrió ante la curiosidad del niño y, dejando el libro en la mesita a su derecha, se levantó. Entonces, dirigiéndose al centro de la habitación, el padre de Robert formó con asientos y mesas una especie de construcción, sobre la que sentó a su hijo. "Ésta es Troya, y tú eres su rey, Príamo", dijo contemplando su obra. Después, señalando a la gata (que miraba curiosa), la llamó Helena, "bella y zalamera, convencida por Paris para huir con él a Troya". El niño, divertido, seguía expectante la historia. El padre prosiguió. Ésta vez fue el turno de los dos perros de la casa. "Son los dos hijos de Atreo, Agamenón y Menelao, que buscan destruir tu ciudad para recuperar a Helena, esposa del segundo, que está especialmente enfadado".
A los doce años, Robert Browning Jr había escrito su primer poemario, y dos años después hablaba francés, italiano, griego y latín. Ya con 7 había leído a Homero.
Esta anécdota me la ha transmitido Fernando, un filólogo que vive en Granada.
Gracias, Eugenio, por escribir sobre esta bonita historia, que te conté el otro día, efectivamente.
ResponderEliminarUn abrazo