viernes, 15 de mayo de 2009

Crónica de una muerte anunciada


He escuchado a Doña Teresa Fernández de la Vega anunciar que el Gobierno ha aprobado el anteproyecto de reforma de la ley del aborto. Y se me ha venido a la cabeza una conocida novela del colombiano Gabriel García Márquez, Crónica de una muerte anunciada, y esto en dos sentidos.
Uno figurado, metafórico –que decimos los que nos dedicamos los que nos dedicamos a la literatura-, pues, como la muerte del protagonista en la citada historia, todos sabíamos que este anteproyecto iba a salir adelante. No porque la sociedad española demande masivamente un cambio en la legislación del aborto; está claro que, con la que está cayendo, otras reformas son más urgentes. Sucede más bien que hay determinados sectores y corrientes muy influyentes en nuestro Gobierno (ideología de género, relativismo, el feminismo radical) que se han tomado de forma absolutamente personal sacar esto adelante, cueste lo que cueste.
Pero hay también un sentido literal en la relación que se me antojaba entre la novela de García Márquez y el anteproyecto de ley, en tanto que la aprobación del 14 de mayo es la crónica no de una muerte, sino de miles de muertes anunciadas. Por favor, que nadie me tilde de dramático, ni mucho menos de sensacionalista. Podemos mirar a otro sitio; silbar y meternos las manos en los bolsillos; decir que tenemos otras preocupaciones en la cabeza; pero nada de eso resta un ápice de contundencia a la certeza científica de que el feto, ya desde su concepción, es una vida humana. Ésta es la cuestión que el gobierno ha evitado debatir a toda costa. Recuerdo una pregunta a Leire Pajín en la que se le pedía que aclarase el motivo por el que el texto elaborado por el Gobierno trazaba la línea divisoria en las 14 semanas; es decir, por qué hasta las 14 semanas es lícito abortar y transcurrido un día, el feto puede disfrutar de su derecho a la vida. ¿Qué cambio se ha operado en él? La respuesta de Pajín fue tan evasiva, como absurda: “No entremos en cuestiones religiosas”. Por favor, ¿quién ha hablado de religión?
En un artículo publicado en El País el pasado 24 de abril, Enrique Gimbernat Ordeig, Catedrático de Derecho Penal de la Universidad Complutense de Madrid, decía textualmente que equiparar “un óvulo fecundado microscópico o que mide pocos milímetros, sin forma humana ni actividad cerebral, con una persona […] es simplemente un insulto a la inteligencia”. Aspecto físico, tamaño y actividad cerebral definen, por tanto, a la persona, y ¡ay de quien no cumpla esos requisitos!
Afortunadamente, la literatura específica sobre el tema (y no me refiero al código de Derecho Penal) no deja dudas al respecto. No quiero aburrir con una acumulación de referencias bibliográficas y citas, pero sirvan de botón de muestra las siguientes. En la Van Nostrand's Scientific Encyclopedia (New York: Van Nostrand Reinhold Company, 1976), se lee: “Científicamente, la vida comienza en la concepción. Este es, sin ninguna dudad, algo indiscutible” (p. 943).
En Estados Unidos una Subcomisión se reunió para estudiar y acordar (en estos días, ya se sabe, todo se acuerda) cuándo empezaba la vida. Para ello invitaron a expertos que dieron su opinion al respecto. Las citas que incluyo traducidas a continuación están tomadas de las actas gubernamentales oficiales que recogen las respuestas de los expertos consultados. El Dr. Alfred M. Bongioanni, Catedrático de Pediatría y Obstetricia en la Universidad de Pensylva, afirma: “Desde los principios de mi formación médica aprendí que la vida humana comienza en el momento de la concepción”. En el mismo sentido, el Dr. Jerome LeJeune, Catedrático de Genética de la Universidad Descartes en París concluía ante la subcomisión: "tras la fertilización una nueva vida humana ha surgido […] ésta no es una cuestión que dependa de gustos u opiniones. […] Tampoco es, por otra parte, una cuestión metafísica, sino una evidencia experimental". Otro Catedrático, Hymie Gordon, de la Clínica Mayo, era contundente al afirmar que "a la luz de los criterios de la Biología molecular moderna, la vida se hace presente desde el momento mismo de la concepción”. El Dr. Watson A. Bowes, de la Universidad de Colorado dejaba bien claro que “desde un punto de vista biológico, el comienzo de la vida humana es un asunto sencillo y claro: su inicio es la concepción”. Bowes, además, denunciaba que “el hecho biológico no debería ser distorsionado en aras de servir a fines sociológicos, políticos o económicos”. La misma certeza científica, acompañada de un idéntico malestar quedan manifiestas en las palabras de Micheline Matthews-Roth, Catedrático en la Harvard University Medical School, a la citada Subcomisión: “Es científicamente correcto decir que una vida humana individual comienza en la concepción […] Nuestras leyes, una de cuyas funciones es ayudar a proteger las vidas de las personas, deberían fundamentarse en datos científicos certeros”.
El neurólogo y psiquiatra austríaco Víctor Frankl, superviviente de Dachau y Auschwitz escribió tras la guerra El hombre en busca de sentido. Lo que verdaderamente despierta el asombro del autor, tras haber pasado por la experiencia de los campos de exterminio, no es en sí misma la maquinaria de la muerte, sino la caída al abismo de una sociedad como la europea, civilizada, moderna, culta, donde ha surgido tal horror. Y yo me pregunto ¿qué tipo de sociedad, enferma, es la nuestra que legisla sobre el modo de matar a los hijos en los vientres de sus madres?

2 comentarios:

  1. Me parece un articulo delicioso: en su redacción , en su contenido, en sus argumentos, en la delicadeza con la que se aborda ...

    ResponderEliminar


Beowulf MS

Beowulf MS
Hwaet!