El Congreso de los Diputados anda a vueltas con la posible reprobación de Benedicto XVI por lo que algunos medios dicen que dijo sobre los preservativos en África. En el fondo, todos sabíamos de antemano que algo como esto iba a pasar. El Papa hablaría, como hizo Juan Pablo II, sobre puntos concretos de moral sexual a la luz de la doctrina Católica. Por su parte, los voceadores del resentimiento arremeterían contra él, auténtico icono de todo lo que hoy es retrógrado. No quiero hablar más sobre este tema; otros lo han hecho ya y mejor(http://www.facebook.com/ext/share.php?sid=95017245971&h=rpokz&u=gDAlh&ref=nf).
Y sin embargo, me gustaría ver este tema con cierta perspectiva. He hablado antes de los “voceadores del resentimiento” porque parece como si en todo este tema hubiera mucha gente enfadada, resentida. Bélgica, por ejemplo, se apresuró a reprobar al Papa aduciendo que sus palabras, en último término, no ayudaban a paliar la ya de por sí penosa situación de los enfermos de SIDA en África. Ciertamente no habían leído la totalidad de las declaraciones de Benedicto XVI en las que, como muy pocos, ha hablado de la misericordia con los enfermos. En el fondo, Bélgica tiene mala conciencia por su pasado africano e intenta superarlo con este gesto histriónico. Bajo el reinado de Leopoldo II (1835-1909), gran campeón del colonialismo decimonónico, se calcula que fueron exterminados en el Congo unos diez millones de nativos, la mayoría de ellos esclavizados, mutilados o amenazados con la muerte para que trabajaran en la obtención de caucho.
¿Qué pinta en todo esto ERC? Parece como si ellos sacaran pecho y dijeran “¡Y nosotros también!” Algo hay que hacer, ahora que nada tienen que hacer. En su caso el resentimiento es hacia una imponente herencia cristiana que está en la misma base de Europa, España y hasta incluso de la que ellos llaman nación catalana. Con esta herencia es con la que se quiere romper de forma tan grotesca. La pena es que la cosa, por ahora, vaya prosperando. Zozobra, necedad, ¡Qué demócratas somos![
La herencia cristianan está en la misma base de Europa, aunque ciertamente no de modo exclusivo. Ésta ha tomado diversos aspectos durante las distintas épocas, desde la Edad Media hasta los tiempos modernos. Tras la aparición de la Iglesia en el Imperio Romano y la posterior conversión del mismo, se sientan las bases para una Europa de pensamiento, cultura e instituciones cristianas. La aceptación de Cristo por parte de los pueblos bárbaros que se romanizan es un hecho sin precedentes y su afiliación religiosa es también estructuradota de su conciencia nacional. Cada pueblo aporta, además, su propia idiosincrasia (celta y germánica en el oeste y el norte; eslava y turca en el este; islámica en el sur).
Atenas, Jerusalén y Roma son los tres focos que constituyen las bases de Europa, cohesionados por el Decálogo y los valores neotestamentarios centrados en Jesús de Nazareth. Luego vienen las universidades, centros de investigación teológica al principio y que pronto se abren a todos los demás saberes. ¿Cómo es posible negar esto?
La figura de Jesucristo está, no cabe duda, detrás de muchos de los valores de la cultura occidental: solidaridad, perdón, misericordia, respeto al otro, … Incluso los valores entronizados por la Revolución Francesa (libertad, igualdad, fraternidad), no se entienden en el siglo XVIII sin haber pasado por el tamiz del Cristianismo. El legado cristiano debe ser reconocido mediante un análisis crítico que no niegue la verdad del pasado. Esto ayudará a construir un proyecto europeo en el que se puedan consensuar valores comunes, y quizás así dejemos de estar a vueltas con la Constitución Europea. Una Europa de los mercaderes, como decía Juan Manuel de Prada, no es seguramente un proyecto de futuro muy seductor.
Y sin embargo, me gustaría ver este tema con cierta perspectiva. He hablado antes de los “voceadores del resentimiento” porque parece como si en todo este tema hubiera mucha gente enfadada, resentida. Bélgica, por ejemplo, se apresuró a reprobar al Papa aduciendo que sus palabras, en último término, no ayudaban a paliar la ya de por sí penosa situación de los enfermos de SIDA en África. Ciertamente no habían leído la totalidad de las declaraciones de Benedicto XVI en las que, como muy pocos, ha hablado de la misericordia con los enfermos. En el fondo, Bélgica tiene mala conciencia por su pasado africano e intenta superarlo con este gesto histriónico. Bajo el reinado de Leopoldo II (1835-1909), gran campeón del colonialismo decimonónico, se calcula que fueron exterminados en el Congo unos diez millones de nativos, la mayoría de ellos esclavizados, mutilados o amenazados con la muerte para que trabajaran en la obtención de caucho.
¿Qué pinta en todo esto ERC? Parece como si ellos sacaran pecho y dijeran “¡Y nosotros también!” Algo hay que hacer, ahora que nada tienen que hacer. En su caso el resentimiento es hacia una imponente herencia cristiana que está en la misma base de Europa, España y hasta incluso de la que ellos llaman nación catalana. Con esta herencia es con la que se quiere romper de forma tan grotesca. La pena es que la cosa, por ahora, vaya prosperando. Zozobra, necedad, ¡Qué demócratas somos![
La herencia cristianan está en la misma base de Europa, aunque ciertamente no de modo exclusivo. Ésta ha tomado diversos aspectos durante las distintas épocas, desde la Edad Media hasta los tiempos modernos. Tras la aparición de la Iglesia en el Imperio Romano y la posterior conversión del mismo, se sientan las bases para una Europa de pensamiento, cultura e instituciones cristianas. La aceptación de Cristo por parte de los pueblos bárbaros que se romanizan es un hecho sin precedentes y su afiliación religiosa es también estructuradota de su conciencia nacional. Cada pueblo aporta, además, su propia idiosincrasia (celta y germánica en el oeste y el norte; eslava y turca en el este; islámica en el sur).
Atenas, Jerusalén y Roma son los tres focos que constituyen las bases de Europa, cohesionados por el Decálogo y los valores neotestamentarios centrados en Jesús de Nazareth. Luego vienen las universidades, centros de investigación teológica al principio y que pronto se abren a todos los demás saberes. ¿Cómo es posible negar esto?
La figura de Jesucristo está, no cabe duda, detrás de muchos de los valores de la cultura occidental: solidaridad, perdón, misericordia, respeto al otro, … Incluso los valores entronizados por la Revolución Francesa (libertad, igualdad, fraternidad), no se entienden en el siglo XVIII sin haber pasado por el tamiz del Cristianismo. El legado cristiano debe ser reconocido mediante un análisis crítico que no niegue la verdad del pasado. Esto ayudará a construir un proyecto europeo en el que se puedan consensuar valores comunes, y quizás así dejemos de estar a vueltas con la Constitución Europea. Una Europa de los mercaderes, como decía Juan Manuel de Prada, no es seguramente un proyecto de futuro muy seductor.
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