En ocasiones veo Westerns,... de buenos contra malos. Tanto los unos como los otros van sobre sus caballos, animales fieles, de gran nobleza, que esperan pacientemente a las puertas del Saloon a que su dueño se tome un whisky, juegue una partida de poker, y la líe.
Pero sucede a veces que la suerte del noble bruto es adversa y, en alguna frenética galopada, se fractura una de las patas; sin remisión, el animal está condenado a una dolorosa muerte. El protocolo que se sigue es sobradamente conocido. No hay lugar para una falsa pena que sería cruel para el animal: el vaquero, con rostro resignado, saca su revólver, apunta al animal y, con un disparo certero y a corta distancia, pone fin al sufrimiento de la bestia. La audiencia entiende la acción del jinete, pues es un acto de compasión.
Mi abuela materna tenía en su casa una perrita negra (bastante fea), que se llamaba Sandra. No recuerdo haber tenido trato alguno con ella, ni para bien ni para mal. Lo que sí recuerdo es que, al final de sus días, llena de achaques y sin apenas poder moverse, mis tíos pensaron en el modo de poner fin a la penosa vida de Sandra. Y yo me oponía, me daba pena. Me parecía una crueldad "pegarle un tiro" -como decía el marido de mi tía, criado en una casa-cuartel de la Benemérita-, o "echarle un 'higuillo'", o sea, una bola de carne con estricnina para matar perros. Al final Sandra sin ayuda, aunque entiendo que, de otra forma, sacrificar a la perrita hubiera sido la solución más apropiada.
Estos días leo en la prensa que el gobierno se apresura a poner en marcha una ley llamada de "la muerte digna". Aún en fase parlamentaria, se ve que hay prisa por que esta ley esté servida, antes de que los españoles y las españolas les cerremos el chiringuito. Dª Leire Pajín, ministra de Sanidad, ha hecho un comentario que me ha traído a la memoria los recuerdos anteriores: "Desde el respeto profundo a todo el mundo, creo que no hay nada más humanitario, incluso más caritativo, que mitigar el dolor y el sufrimiento de una persona en los últimos días de su vida".
Señora Pajín, con todos mis respetos hacia usted (que no hacia este planteamiento), matar a un caballo o a un perro para acabar con su sufrimiento es humanitario y compasivo. Pero matar a un ser humano es otra cosa.
Entiendo que este es un espacio para opinar. Así que,con respeto... Diré que creo firmemente en el derecho que tienen los seres humanos a morir dignamente. Se alega por parte de algunos la no intervención en los designios naturales (Divinos). Pero me pregunto yo: ¿ Acaso no interviene el hombre ya, a través de su conocimiento científico , sus tratamientos paliativos, su cuidado en el caso de enfermedades terminales ?. La preservación de una situación que de otro modo terminaría en la más natural de las consecuencias,¿o causas?... la muerte. Creo que la aceptación de lo que no podemos cambiar pudiera ser la más noble de las bondades. La dignidad...debería acompañar nuestras despedidas.
ResponderEliminarGracias, Zatza. Te respondo en http://eugenioolivares.blogspot.com/2011/07/compasion-para-todos-2.html
ResponderEliminarEugenio...
ResponderEliminarCreo que para entender las diferencias es necesario primero entender las semejanzas.
Dignidad, voluntad, la diferenciación de los conceptos.
Pero, prosiguiendo un poco:
Me llama poderosamente la atención el comentario que haces al final de tu respuesta:
" ... La petición individual de la eutanasia o el suicidio asistido deben ser considerados generalmente como una demanda de mayor atención pudiendo hacer que desaparezca esta petición aplicando los principios y la práctica de unos cuidados paliativos de calidad..."
Ese es precisamente el sentido del por que, como sucede con muchas de nuestras filosofías: lo que funciona en el papel no parece necesariamente funcionar en lo que llamamos realidad.
¿Será cierto que con cuidados paliativos de alta calidad desaparecerán el dolor, el sufrimiento prologando, la pena, los mortecinos hedores de quienes aún no han muerto?(Hasta ese punto se llega en el caso del cáncer ).
Desaparecerá, esto es lo esencial, el derecho a... morir de una vez ?.
Veamos:
Para hacer honor a la verdad diría que en unos casos si... pero en otros lamentablemente no.
Es lo que nos recuerda la experiencia.
Y es precisamente a estos a los que no puedo dejar de referirme... Por que nuestra ciencia y conocimientos son limitados: he incluso hasta el evitar el dolor, nos es vedado en algunos .
Aquél que ha sabido de alguien, que murió por causa de una enfermedad terminal , sabe...
Por supuesto es digno y merecedor todo ser, el que se le proporcionen todos los cuidados a que hay lugar, pero hay un momento un punto , en el cual esto parece no ser ya suficiente. En este punto la verdad, como la hace, muchas veces es cruel.
¿Quién sería capaz de decirle, mirándole a los ojos, a esta persona que no tiene el derecho, si es su voluntad, de poner fin a su pena ?.
Es fundamental en mi opinión el respetar el derecho de nociones (libertad individual, persona humana).
Yo apoyo estas concepciones desde un punto de vista ético, más no moral (fatiga nerviosa del espíritu)...¿ Por qué?. Bien... por que el hombre es débil e ignorante... y nos equivocamos tanto...tanto. ¿ No es verdad ?.
No apoyo los posicionamientos sentenciosos, apodícticos, terminantes con los cuales se pretende dar con proposiciones absolutas.
Pues, parto del entendido que es a través de las reflexiones que se les puede dar fijeza a las ideas.
Tienes la razón al no apoyar medidas como el suicido asistido, la eutanasia pasiva, etc...si es tu voluntad... pero no tienes razón al condenarlas.
Posdata: Me he encontrado con la sorpresa que en tu país es legal el suicidio asistido.
Jordán.
Gracias, Jordán.
ResponderEliminarYo no aspiro a tener la razón. Yo aspiro a conocer la verdad, que es absoluta y atemporal. Lo demás es opinable, va y viene, se negocia, se regatea, se consensúa y, en último término, es siempre coyuntural.
Por curiosidad ¿de dónde eres?
Cierto... La verdad, la bondad y la belleza...son eternas. ¿ No es maravilloso ?.
ResponderEliminarSoy de Bogotá, Colombia. Mil y mil gracias por el blog...
Gracias a ti, Jordán. Y un saludo cordial desde el otro lado del charco.
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