domingo, 17 de octubre de 2010

Un día en la sierra

He pasado parte del fin de semana con dos de mis hijos en un campamento situado en la Sierra de Cazorla. Se trataba de un evento para padres e hijos promovido por un Club Juvenil de Jaén. Este tipo de actividades no me seducen particularmente, pero yo sabía que a Javier y Jaime (mis acompañantes) les encantaba: estarían con sus amigos; además, la sola idea de dormir en una tienda de campaña les volvía locos -a mí, no tanto-.
Llegamos el Sábado a la hora de comer. Saludé a otros padres (mucho más ocupados que yo) que habían optado también por regalar a sus niños un fin de semana en la sierra. Se les veía entusiasmados, por lo que yo también me fui contagiando. Después de comer, alguien repartió puros y tuvimos una animada tertulia, los padres, pues los hijos ya estaban correteando por el magnífico paraje. Había un médico del SAS, dos arquitectos, un farmacéutico, un abogado, varios docentes de enseñanza secundaria y alguno más que no recuerdo: aparte del puro que varios sosteníamos entre el índice y el corazón, nos unía el deseo de agradar a nuestros hijos.
Por la noche, tras la cena, decidimos hacer una excursión con linternas. Aproveché para contar alguna historia de terror (siempre que puedo, coloco alguna), sobre todo cuando llegamos a una antigua leprosería convertida hoy en un hotel rural; algún padre se acordó de mí cuando, de madrugada, varios niños insistieron en dormir con alguna luz...
Esta mañana, y tras asistir a la Santa Misa, hemos hecho otra excursión. Se trataba de buscar setas (bajo la supervisión de un veterinario experto) y localizar un tesoro dentro de un tupperware (una práctica que, según he descubierto hoy, se conoce como geocaching;  http://www.geocaching-hispano.com/). Setas no hemos cogido muchas (ni yo me las iba a comer) y el tesoro estaba en el quinto infierno, pero lo hemos pasado en grande subiendo por el monte entre pinos, matorrales y una evocadora bruma; no me han dejado contar otro relato fantasmagórico, aunque hubiera venido muy a propósito.
Después de almorzar con una buen copa de vino, hemos vuelto a Jaén. No he visto película alguna estos días, pero Javier y Jaime me han dicho: "nos lo hemos pasado genial, papá". Ellos recordarán esta experiencia; y yo también.

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Hwaet!