martes, 5 de octubre de 2010

Un prodigio en la Inglaterra del siglo XII (1)

En la obra latina Historia rerum anglicarum (1196 a 1198) del monje agustino William of Newburgh (1136-1198), aparecen varios relatos muy curiosos. De entre ellos, quiero fijarme hoy en uno recogido en el capítulo XXIV, "De quibusdam prodigiosis" ("Sobre ciertos prodigios"). 


El autor, un hombre cultivado y nada crédulo, comienza por hacer una reflexión general sobre los hechos que está recogiendo. Así, extrañado por el episodio que va a relatar, nos dice ignorar la causa por la que suceden cosas como las que va a narrar: un caso de muerto que vuelve de la tumba. Explica después que los abundantes testimonios ("testimonia abundarent") invitan a aceptar la veracidad de los sucesos recogidos. Además, y este dato es sintomático de la magnitud de los acontecimientos, el autor confiesa que si se propusiera recoger todos los episodios similares que él ha verificado en sus días, la tarea sería trabajosa y pesada.

Abadía de Melrose
Habiendo fallecido el capellán de una insigne dama, fue enterrado en una tumba en el monasterio cisterciense de Melrose (Roxburghshire, Escocia). En vida, este clérigo había descuidado la atención de las almas a él encomendadas, para dedicarse con afán a la caza; tanto es así que se le conocía como el Hundeprest, esto es "el cura de los perros" ("Hundeprest, id est Canum presbyter").

Por eso, después de morir, el desdichado dejaba su tumba por las noches e intentaba entrar en el monasterio para distraer y atormentar a los que allí moraban. Como éstos se lo impedían, deambulaba por los alrededores, acechando con sus gemidos el dormitorio donde dormía la dama a la que atendió en vida. Tan asustada estaba la mujer, que se confió a uno de los monjes, suplicándole oraciones de su comunidad; a esto no se pudo negar el fraile, pues ella era una generosa benefactora.

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Beowulf MS

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